Por Javier Orozco Alvarado, Former rector of the University Center of the Coast University of Guadalajara
No cabe duda que las mañaneras del presidente, a lo largo de todo el sexenio, tuvieron un efecto hipnótico entre amplios sectores de la población; en tanto que vino a reemplazar a la caja idiotizante de la televisión comercial, que empleaba mensajes abiertos o subliminales para hacernos creer que había democracia, transparencia y eficiencia gubernamental.
Cuando inició el gobierno del presidente López Obrador en 2018, fui de los muchos mexicanos que votamos y creíamos ciegamente en la posibilidad de un cambio de régimen. Pero en realidad sólo pasamos de régimen de partido único a régimen de partido hegemónico; de régimen antidemocrático a uno autocrático y del neoliberalismo al capitalismo de cuates, con iguales o peores consecuencias.
Me habría gustado que Andrés Manuel pasara a la historia como Juárez o como Cárdenas; aclamado por todos los mexicanos, no sólo por quienes reciben programas sociales o beneficios políticos. La historia terminará juzgándolo no sólo por su mitomanía, sino por instaurar un nuevo Maximato y por haber aprovechado el púlpito presidencial para hipnotizar a la gente.
Termina un sexenio en el que, pese a la falta de servicios de salud, la gente le creyó que estamos mejor que en Dinamarca; que los homicidios, los desaparecidos y la violencia que se vive en las calles es mera propaganda de sus adversarios para desprestigiar su gobierno; que se acabó la corrupción; que no hubo endeudamiento; que hay finanzas sanas, etc., etcétera; aunque los datos muestran lo contrario.
La realidad es que, según el informe 2018- 2024 de Integralia Consultores, el sexenio de López Obrador cierra con una contracción económica de 0,9% y una caída de 0.50% en el ingreso per cápita; un crecimiento promedio del PIB de 1%, contrario al 4% que prometió; un endeudamiento record que alcanzó los 16.03 billones de pesos; ingresos petroleros que cayeron 14.7%; incremento de precio en las gasolinas en 24.9% y seguimos importando casi el 60% del consumo nacional, a pesar de lo costoso de la refinería Dos Bocas.
Además, el 39.1% de los mexicanos carecen de servicios de salud porque la cobertura se redujo en 9.2%; la población en situación de vulnerabilidad por carencias sociales creció 3%; la población en pobreza extrema aumentó 0.1%; el rezago educativo subió 0.4%.
Y aunque el presidente sigue insistiendo que no hay corrupción, según el INEGI, el costo de la corrupción creció en 65% durante su sexenio. En el Ranking de Democracia Deliberativa, que mide 179 países, México pasó del lugar 71 en 2018 al lugar 101 en 2024 y la violencia política aumentó en 133%.
El presidente hizo creer a los mexicanos que levantar la mano es democracia o que con elegir a los jueces, magistrados o ministros de la corte se resolverá el problema de corrupción e injusticia que ha imperado desde siempre en la vida nacional.
Aun así, López Obrador terminará su sexenio con una aprobación de entre el 65% y 70%, lo cual nos permite entender la importancia del sutil arte de la manipulación y el esfuerzo que hará la próxima presidenta por continuar con las exitosas mañaneras el próximo sexenio.