Hortencia Bremer ha documentado la presencia en sangre de parásitos artificiales y otras formas de biología sintética. También hay contaminantes incluso entre productos considerados como desintoxicantes. Son los efectos de una intoxicación sistémica multidimensional, que el sistema médico ignora. Pero el plan se halla frente a un oponente inesperado: la autodepuración del organismo.
Hortencia Bremer compartió inquietudes sobre lo que considera una crisis sanitaria de fondo:
La presencia de contaminantes biológicos y farmacológicos en productos ampliamente distribuidos, incluso entre aquellos considerados como tratamientos alternativos o antiparasitarios.
Bremer expuso casos en los que detectó partículas brillantes —visibles a simple vista o bajo aumento— en muestras de zeolita y tierra de diatomeas, productos comúnmente utilizados en protocolos de desintoxicación. A ello sumó evidencias de contaminación en medicamentos como la ivermectina, el mebendazol y la nitazoxanida. Estas observaciones llevaron a cuestionar no sólo los protocolos médicos institucionales, sino también la integridad de insumos alternativos.
Interpreto este fenómeno como una típica “inversión de significados”, donde productos destinados a sanar podrían estar cumpliendo una función inversa, debilitando, enfermando o matando.
«El enfoque médico tradicional ignora los efectos de una intoxicación sistémica»
Bremer también apuntó contra el modelo médico convencional, al que acusó de ignorar los efectos de una intoxicación sistémica que —según ella— afecta tanto a personas vacunadas como no vacunadas. La terapeuta sostiene que esta toxicidad generalizada está relacionada con manifestaciones cada vez más frecuentes de coágulos, tumores agresivos y otros trastornos degenerativos. En este nuevo escenario, advierte que muchos tratamientos convencionales podrían resultar contraproducentes. Su planteo es que los protocolos actuales fueron diseñados bajo supuestos que ya no se corresponden con la fisiología modificada de la población expuesta a nuevas tecnologías biológicas.
Presencia de efectos magnéticos y materiales no identificados
Uno de los aspectos del análisis de Bremer fue el fenómeno de “efectos magnéticos” reportados durante los primeros meses del programa de vacunación. Según testimonios recogidos por la terapeuta, algunas personas presentaron adherencia de objetos metálicos en la zona del brazo inoculado y otras partes del cuerpo.

Como experta en biomagnetismo, Bremer investigó más a fondo, y encontró coincidencias con los estudios del investigador español Pablo Campra, quien aseguró haber detectado componentes electromagnéticos en viales de vacunas. Por esta circunstancia, la doctora Bremer advirtió sobre el riesgo potencial de usar terapias basadas en campos magnéticos, ya que pudieran atraer materiales sensibles al corazón u otros órganos vitales. Por esta razón, decidió suspender temporalmente el uso del biomagnetismo en sus prácticas. Una decisión similar aplicó respecto a las terapias de frecuencia, dada la falta de claridad sobre cómo éstas podrían interactuar con sustancias o dispositivos no identificados presentes en el organismo.
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Cambios fisiológicos y genética vulnerable
Además de los hallazgos en materiales, Bremer subrayó cambios observables en el cuerpo humano, especialmente en niños. Señaló que algunos presentan síntomas físicos que antes eran infrecuentes, y que podrían estar relacionados con alteraciones genéticas. Particularmente, mencionó la mutación del gen MTHFR, que afecta los procesos de metilación, desintoxicación y producción de neurotransmisores, con consecuencias sobre la salud neurológica e inmunológica.
Esta mutación, afirmó, puede agravar los efectos de la exposición a contaminantes o coadyuvar a manifestaciones clínicas atípicas. El abordaje de Bremer se centra en restaurar el equilibrio fisiológico a través de protocolos personalizados que incluyen la desparasitación, el uso de suplementos naturales y la limpieza de los “canales de eliminación” —órganos como el hígado, intestinos y riñones, encargados de filtrar toxinas.
Un cuerpo en transición y una conciencia por despertar
Pese a la gravedad de los indicios, Hortencia Bremer mantiene una visión esperanzadora. En su experiencia clínica, ha observado mejoras sustanciales en personas que adoptan enfoques integrales y personalizados para revertir procesos inflamatorios, metabólicos o neurológicos.
En su análisis, el cuerpo humano no sólo está enfrentando nuevos desafíos químicos y electromagnéticos, sino también atravesando una transformación que exige repensar los paradigmas terapéuticos. La aparición de síntomas “inusuales” como percepciones ajenas o cambios abruptos en el comportamiento serían, desde su mirada, evidencia de una reorganización fisiológica aún incomprendida por la ciencia tradicional.
Para Bremer, el primer paso es la conciencia. Alertar, visibilizar y cuestionar son acciones esenciales para abrir el debate sobre los efectos secundarios de nuevas tecnologías médicas y biológicas. La verdad científica no debe ser establecida por consenso o autoridad, sino por la observación crítica, el análisis independiente y el respeto a la experiencia clínica directa.
- Diversidad de contaminantes y perspectivas. Hortencia Bremer no está completamente de acuerdo en que todo se trate de grafeno, aunque reconoce la contaminación con diversas sustancias como aluminio y mercurio. Cree que diferentes investigadores como Dani Díaz y otros ven el problema desde distintas perspectivas que se complementan. Mencionó la detección de ARN mensajero sintético y parásitos sintéticos, incluso huevos de parásitos eclosionando en muestras de aire y sangre. Bremer lamentó no poder publicar todas sus observaciones debido a la falta de tiempo, ya que su prioridad es tratar a las personas. Hortencia criticó la negación de la biología sintética, a pesar de la evidencia existente (00:14:24).

Hortencia Bremer: «He observado cambios en muestras biológicas con el tiempo, como si estuvieran vivas».
¿Funciona la desintoxicación para tratar el autismo?
Hortencia Bremer abordó la posibilidad de revertir cuadros de autismo cuando su origen no el resultado de intoxicaciones acumuladas. Para Bremer, la clave está en abandonar los tratamientos generalizados y adoptar un enfoque que respete la singularidad de cada niño.
“Cada caso es único”, remarcó Bremer, al tiempo que criticó la tendencia médica a encasillar síntomas bajo etiquetas como TDAH o TEA, sin explorar la profundidad de las capacidades del niño ni su contexto toxicológico. En su práctica, ha detectado casos en los que niños con características de tipo savant fueron diagnosticados erróneamente por falta de comprensión de su neurología y entorno.
Desintoxicación como eje terapéutico
Consultada sobre la viabilidad de revertir ciertos diagnósticos de autismo, Bremer fue enfática: sí es posible, pero solo en aquellos casos donde el origen del trastorno esté relacionado con intoxicaciones ambientales, alimentarias o médicas. La terapeuta explicó que su enfoque comienza con la restauración de los canales de eliminación, en especial el colon, órgano central en su metodología.
Según Bremer, una alimentación deficiente y la deshidratación crónica generan acumulación de toxinas en el tracto digestivo. A esto se suman factores como la sobrecarga de medicamentos o metales pesados, que impiden al cuerpo cumplir con sus funciones depurativas.
El proceso de desintoxicación, según Bremer, no se limita al intestino. La terapeuta aboga por una limpieza integral que incluya el hígado, los riñones, los pulmones y la piel. Explicó que afecciones cutáneas, como erupciones y brotes, son manifestaciones visibles de una sobrecarga tóxica interna.
Desde su perspectiva, el cuerpo tiene una capacidad extraordinaria de recuperación, siempre que se liberen los sistemas de drenaje y se restablezca el equilibrio interno. La piel, en particular, es vista como un órgano de eliminación muchas veces subestimado.
Genética y toxicidad: el rol de la mutación MTHFR
Uno de los factores que, según Bremer, complica el panorama de salud infantil es la mutación genética MTHFR, presente en un porcentaje significativo de la población. Esta mutación afecta la capacidad del cuerpo para procesar correctamente ciertas vitaminas y toxinas, lo que, en combinación con una dieta inadecuada o intervenciones médicas, podría agravar los síntomas autistas.
Bremer alertó que el consumo de ácido fólico sintético, en personas con esta mutación, puede generar efectos adversos. Sostiene que una parte importante de los niños diagnosticados con autismo presentan esta alteración genética, y sugirió —aunque sin pruebas concluyentes— que la vacunación podría estar implicada en su activación. No obstante, enfatizó que una alimentación bien formulada y una suplementación adecuada pueden mejorar notablemente el cuadro clínico.
Una parte central del enfoque terapéutico de Bremer es la observación de las manifestaciones físicas y conductuales en niños. Señaló que conductas como golpearse la cabeza, gritar o morder, a menudo interpretadas como rasgos del espectro autista, podrían ser expresiones de dolor o disfunción interna no verbalizada.
Explicó que al reducir el dolor y mejorar la nutrición, estas conductas tienden a desaparecer. También destacó el papel del neurotransmisor GABA en la concentración y el estado de calma, así como la influencia de ciclos lunares —especialmente la luna llena— en la actividad parasitaria y los estados emocionales de los niños.
La desparasitación como herramienta fundamental
Para Bremer, la desparasitación es un pilar irrenunciable del tratamiento. Criticó las prácticas convencionales que consisten en administrar antiparasitarios durante un solo día. Su protocolo, en cambio, se extiende durante 16 días e incorpora diversos compuestos para atacar distintos tipos de parásitos, incluidos los denominados «internacionales», que pueden haberse adquirido por contacto globalizado o alimentos importados.
Citó la experiencia del médico Dietrich Klinghardt, quien encontró en la nitazoxanida un antiparasitario de amplio espectro con resultados prometedores. Bremer enfatizó que la lucha contra los parásitos requiere constancia y conocimiento técnico, pues muchas especies desarrollan resistencia o se esconden en tejidos profundos.
Uno de los principales obstáculos en su práctica es la dificultad para detectar parásitos con los métodos convencionales. Bremer explicó que los análisis de heces suelen arrojar falsos negativos si no se realizan en momentos específicos del ciclo biológico del parásito, como durante la luna llena.
A partir de casos como este, algunos profesionales médicos comenzaron a reconsiderar su postura escéptica hacia la desparasitación sistemática. Bremer sugiere que este procedimiento debería realizarse al menos dos veces al año como parte de un mantenimiento básico de salud, incluso en personas asintomáticas.
¿Puede fracasar el envenenamiento masivo de la Humanidad?
La doctora Bremer se mostró esperanzada ante la posibilidad de que la humanidad pueda superar el proceso de envenenamiento masivo, vinculado a la campaña mundial de vacunación. Su visión optimista se apoya tanto en su fe como en la notable capacidad del cuerpo humano para autorregularse y sanar, siempre que se le brinden las condiciones adecuadas.
Desde su experiencia clínica, Bremer ha observado patrones de alteración inmunológica en pacientes vacunados, incluyendo la disminución de bifidobacterias, microorganismos esenciales para la salud intestinal y el sistema inmunológico. Estos cambios, advierte, debilitan las defensas naturales del organismo y lo hacen más vulnerable a enfermedades crónicas y degenerativas.
Autodepuración: un fenómeno natural subestimado
Hay evidencia presentada por Bremer sobre la presencia de partículas idénticas a las halladas en las vacunas, siendo excretadas por el cuerpo a través de la sangre y la orina. Esta observación sugiere que, en ciertas condiciones, el organismo puede eliminar de forma espontánea parte del material introducido, lo cual abre una puerta a la esperanza.
Bremer explicó que algunos componentes de nanotecnología presentes en los viales pueden oxidarse con el tiempo, lo que los inactiva y facilita su expulsión. Sin embargo, advirtió que este proceso de autodepuración puede verse comprometido por la exposición continua a radiaciones electromagnéticas, como las emitidas por redes inalámbricas o torres de telecomunicación, así como por nuevas exposiciones a tóxicos ambientales o alimentarios.
Más allá de la desintoxicación superficial: el daño tisular
Aunque reconoce la capacidad del cuerpo para eliminar ciertos elementos, Bremer advierte que la toxicidad no se limita a la presencia de partículas extrañas. Uno de los mayores desafíos, afirma, es el daño que estas sustancias generan en los tejidos y órganos, especialmente en un contexto donde los sistemas de eliminación están colapsados.
Por eso, sostiene que los tratamientos no deben centrarse únicamente en eliminar metales pesados o aplicar dietas extremas, sino en restaurar primero los canales de eliminación: colon, hígado, riñones, pulmones y piel. Esta restauración permite al organismo activar sus propios mecanismos de limpieza y regeneración, reduciendo los efectos colaterales de las terapias más invasivas.
Entre terapias alternativas y pensamiento crítico
En el campo de las terapias no convencionales, Bremer se mostró cautelosa. Si bien reconoció que algunas opciones, como el azul de metileno, están siendo estudiadas por sus propiedades beneficiosas, se mostró escéptica con otras, como la terapia de orina. Según explicó, el nivel de contaminación presente en la orina moderna —producto del entorno tóxico actual— la convierte en una sustancia poco recomendable para su reintroducción al cuerpo.
Bremer abogó por un enfoque lógico y coherente en la elección de terapias. En su visión, todo tratamiento debería enfocarse en facilitar la eliminación de toxinas, no en reciclarlas o reexponer al cuerpo a ellas. También cuestionó procedimientos clínicos más sofisticados, como la plasmaféresis, que suelen presentarse como soluciones para la eliminación de nanopartículas, pero cuya eficacia real en este contexto, según ella, es dudosa.
Conclusión: un nuevo paradigma sanitario en disputa
En el tramo final de la entrevista, planteamos una pregunta clave: ¿La sociedad tomará conciencia del proceso de envenenamiento, o será un episodio que se perderá en la historia? Para Bremer, la verdad no podrá ser ignorada por mucho tiempo. El aumento sostenido de muertes, sumado al impacto que podrían tener tecnologías emergentes como el 6G, hará imposible mantener el velo de la negación.
En su opinión, la disonancia cognitiva es uno de los principales obstáculos para enfrentar la crisis. La gente prefiere no ver, no preguntar y confiar ciegamente en sistemas que han demostrado fallas estructurales. Pero tarde o temprano, afirma Bremer, la magnitud de los efectos obligará a una revisión crítica y colectiva.
La postura de Hortencia Bremer representa una voz dentro de un movimiento creciente que desafía la narrativa oficial sobre salud, vacunación y toxicidad ambiental. Aunque sus afirmaciones no están exentas de controversia, su experiencia empírica y su enfoque integrativo abren un debate necesario sobre la forma en que concebimos la enfermedad, la curación y la prevención.
¿Está fracasando el envenenamiento masivo de la humanidad? Según Bremer, sí —pero no por falta de intención, sino por la resiliencia inherente del cuerpo humano y la capacidad de las personas para despertar, resistir y regenerarse. La clave, insiste, está en restablecer la lógica biológica y romper con la indiferencia.
VIDEO: Hortencia Bremer











































































