En la noche del 31 de diciembre hubo desobediencia civil en Puerto Vallarta. Pese a las instrucciones de Enrique Alfaro ordenando suspender los festejos en el malecón, el popular paseo estuvo colmado de gente. Los antros, bares y restaurantes también se vieron abarrotados.
La desobediencia civil en Puerto Vallarta se generalizó en la noche del 31 de diciembre. La ciudad ignoró los deseos del gobernador Alfaro, que al parecer deseaba un malecón desierto y solitario.
«El gobernador no quiere ver prosperar al puerto»
Entre los vallartenses es popular la sospecha de que el gobernador de Jalisco le tiene rencor a la ciudad. Por eso no sorprendió la insólita instrucción, pocas horas antes de medianoche, ordenando suspender los festejos de fin de año en el malecón. Enrique Alfaro ordenó que, para «prevenir el aumento de contagios por Covid-19», se cancelaran las actividades artísticas programadas para el 31 de diciembre en el malecón, aun cuando se contaban con los permisos correspondientes.
La presidencia del profesor Luis Michel acató la orden, pero en un clima de desconcierto. Muchos funcionarios no podían creer semejante incongruencia e improvisación. Pero la gente se las arregló para burlar los deseos de la tiranía sanitaria, y con el habitual clima de buen humor entre la gente del puerto, salieron a pasar por miles. Abarrotaron antros, bares y restaurantes. No hubo incidentes en absoluto.
La policía local estuvo presente en el malecón, pero con sus habituales buenos modales (probablemente con la venia de las autoridades locales), no molestó a nadie.
Video de World Alternative Media (en inglés): Desobediencia civil en Puerto Vallarta
El gobernador Alfaro no se ha anoticiado del envejecimiento de la narrativa Covid.
El CDC de EE.UU acaba de confirmar lo que los médicos y científicos más respetados denuncian hace más de un año: que los test PCR no son fiables, y deben dejar de usarse con fines de «detectar el Covid». Se empieza a oficializar hasta en la TV que los cubrebocas no sólo no sirven para prevenir enfermedades, sino que son perjudiciales. Las políticas de «aislamiento social» para «detener la propagación» se revelaron como el más estruendoso fracaso de la historia.
Cuando el mundo despierta al fraude criminal que se ha organizado en torno a la pandemia, la decisión del gobernador sonó desubicada, carente de toda justificación lógica, atrasada muchos meses en el curso de las novedades institucionales.
Lo positivo de la anécdota es que el pueblo de Vallarta, y los miles de freedom lovers que llegan a estas tierras bendecidas, ya no son sensibles a las campañas de pánico. Sin estridencias, la desobediencia civil en Puerto Vallarta le envió un mensaje claro al gobierno.
I envy your free peoples’ firm resistance to the tyrant. I wish we here in Canada, in the province had this resolve in all people in Ontario to go to bars, restaurants, and other social venues, and ignore the latest lock down orders in this province. Maybe one day Ontarians will follow in the footsteps of Australians and South Africans where the people finally were burning down their parliaments from where these satanic tyrants emerge from.