Un intercambio nuclear para lograr la despoblación a gran escala serviría a múltiples objetivos: eliminar obligaciones de derechos, liberar recursos energéticos para los centros de IA y resetear el sistema financiero cargado de deudas. El análisis revela un cálculo sombrío, en el que las víctimas masivas no son un daño colateral, sino una solución calculada.
Por Mike Adams
Las recientes maniobras geopolíticas sugieren una posibilidad escalofriante: que el gobierno de Estados Unidos, que se enfrenta a crisis fiscales e infraestructurales insuperables, pueda estar provocando deliberadamente a Rusia a un intercambio nuclear para lograr la despoblación a gran escala. Esta estrategia serviría a múltiples objetivos: eliminar obligaciones de derechos, liberar recursos energéticos para los centros de datos de IA y resetear el sistema financiero cargado de deudas. El análisis de los cambios políticos, las restricciones energéticas y los comentarios de los expertos revela un cálculo sombrío, en el que las víctimas masivas no son un daño colateral, sino una solución calculada a los fallos sistémicos.
La crisis energética y la insaciable demanda de IA
La red eléctrica de Estados Unidos está al límite de su capacidad, con un excedente de energía casi nulo para apoyar la revolución de la IA defendida por la administración Trump. China, por su parte, produce más de 10.000 TWh al año y está acelerando su dominio con proyectos como la megarepresa de Medog, que añadirá 300 TWh para 2033. Estados Unidos, por el contrario, planea construir solo 10 centrales nucleares para 2044, añadiendo unos escasos 100 TWh, demasiado poco para competir.
Los centros de datos de IA requieren grandes cantidades de energía, pero el consumo urbano (aire acondicionado, vehículos eléctricos, electrodomésticos) ya sobrecarga la red. Eliminar a 200 millones de estadounidenses mediante una guerra nuclear podría liberar unos 1.500 TWh anuales, suficientes para alimentar la infraestructura crítica de la IA. Este macabro afán de eficiencia refleja patrones históricos: los imperios endeudados a menudo buscan la guerra para borrar sus pasivos mediante la guerra, el hambre y la muerte masiva.
Provocar una guerra nuclear: una estrategia deliberada
La abrupta escalada retórica de Trump -de un ultimátum de «50 días» a otro de «10-12 días» amenazando con ataques en territorio ruso- parece diseñada para desencadenar una respuesta nuclear. Observaciones clave subrayan esta intención:
- Destrucción selectiva: Las bombas de baja potencia o de neutrones contra ciudades estadounidenses de alta densidad de población podrían maximizar el número de víctimas humanas y preservar las infraestructuras. Los centros de datos, normalmente ubicados lejos de los núcleos urbanos, permanecerían operativos, ya que la radiación destruye a las personas, no las líneas eléctricas.
- Beneficios económicos: Un intercambio nuclear aniquilaría las obligaciones de los beneficiarios (Seguridad Social, Medicare) e inflaría los beneficios de las grandes farmacéuticas (tratamientos de radiación) y hospitales, del mismo modo que COVID-19 enriqueció al complejo médico-industrial.
- Restablecimiento de la deuda: Al igual que con el 11-S -un evento catalizador para la especulación militar- una guerra nuclear podría justificar la reestructuración financiera, incluyendo la devaluación del dólar o una nueva Moneda Digital del Banco Central (CBDC), o una versión privada de «stablecoin» lanzada por JP Morgan como un proxy de vigilancia controlado por el gobierno federal.
Voluntad de sacrificar poblaciones
La pandemia COVID-19 demostró la voluntad de la administración de sacrificar vidas por objetivos geopolíticos. La Operación Warp Speed desplegó armas biológicas enmascaradas como vacunas, matando al menos a 1,5 millones de estadounidenses, mientras que Trump lo aclamó como un salvador económico.
Incentivos contrapuestos de China – China, como líder mundial en fabricación y producción de energía, prospera gracias a la estabilidad comercial. Su expansión depende de un comercio abierto y de la protección de las rutas marítimas, precisamente por eso evita los conflictos. Estados Unidos, por su parte, encadenado por la deuda e incapaz de competir industrialmente, se beneficia del caos. Esta asimetría explica la agresión occidental: sólo mediante la guerra puede Estados Unidos borrar sus déficits y reafirmar su dominio.
Conclusión: La inevitable lógica de la destrucción
La verdad tácita es que el gobierno estadounidense considera la guerra nuclear como una «solución final» a sus crisis. Despoblando las ciudades, lo consigue:
- Redistribución de la energía: Redirigir la energía de los hogares difuntos a las redes de IA.
- Aniquilación de la deuda: Anular pensiones y derechos de la noche a la mañana.
- Control político: Suspender las elecciones bajo poderes de emergencia en tiempos de guerra.
A medida que Trump acelera las provocaciones, el mundo se precipita hacia un precipicio, uno en el que la supervivencia del Estado se prioriza sobre la supervivencia de su pueblo. Los próximos años pueden ser testigos no solo de conflictos, sino de un grotesco reequilibrio de poder a través de las cenizas de millones de personas.
Este análisis, aunque desgarrador, subraya un patrón histórico recurrente: los imperios que se derrumban recurren a la violencia desesperada. Ya sea mediante armas biológicas, el colapso financiero o el fuego nuclear, el objetivo sigue siendo el mismo: preservar el control de las élites a cualquier precio. La vigilancia, la descentralización y la preparación son las únicas defensas contra un futuro así.