“La imaginación es un instrumento de supervivencia”. Rogier Van Der Heide.
Por Alfredo César Dachary
No cabe duda que la creatividad, aparte de ser una virtud, es un camino que hoy sirve para iluminar los complejos senderos de una sociedad cambiante, por ello un genio del diseño como Van Der Heide debió recurrir a verdadera inspiración para poder contestar a la pregunta sobre cómo sobrevivir hoy, ante un planeta amenazado por todos lados y gobiernos ciegos en todos los lugares, y no cabe duda que la imaginación es quizás el universo y la fuente de ideas más rica que tenemos.
Como ha ratificado este año, lo que ha venido diciendo desde años atrás Oxfam, el 1% de la población mundial vive en la abundancia frente a la mayoría que vive en diferentes niveles de estrechez, desde la miseria a la supervivencia.
Por ello no se puede analizar la historia de la supervivencia de los más pobres, porque no alcanzarían las hojas del libro de la vida para escribir experiencias, ellos si hacen diariamente un ejercicio de imaginación para poder sobrevivir.
Pero todo tiene un costo y ese 1% también debe estar pensando como poder “salvarse” de futuros desastres naturales ocasionados, entre otros, por el cambio climático o por la demencia de líderes que piensan que se puede ganar una guerra nuclear.
Hay quienes han apostado desde el imaginario más positivo posible a las tecnologías nuevas para la prolongación de la vida, ellos quieren ser testigos del nuevo siglo XXII, un camino bastante posible, aunque sería reservado para un segmento muy reducido de la gente más rica del planeta.
Otros piensan de manera diferente, quizás vean muy cerca los potenciales impactos de una tragedia ambiental o una destrucción nuclear, ellos buscan tener un refugio seguro, como el que hoy controlan con Bill Gate a la cabeza en Noruega donde tiene un reservorio de germoplasma de todo el planeta y en otros refugios similares se guarda la memoria de éste en diferentes formatos.
La diferencia entre ese 1% y el resto es que, si bien todos somos sobrevivientes, algunos buscan prolongar el estatus de poder y vida más allá de la actual lógica biológica que nos limita, mientras la gran mayoría considera a la supervivencia el día a día, o sea, la cotidianidad.
Por ello es interesante saber que piensa este 1% y que salidas se plantea, algo que una sociedad individualista absoluta ya lo ha pensado en detalle, los suizos, el país con el mayor número de refugios atómicos en proporción al número de habitantes que pueden hacer esa inversión.
En la década de los cincuenta se aprobó una norma que garantizaba que cualquier ciudadano suizo tenía derecho a estar protegido de un potencial ataque atómico y en 1963 se estableció con una ley federal la exigencia del refugio atómico. Muchos años después, debajo de la mayor parte de las construcciones helvéticas: embalajes de robots de cocina, latas de comida y pilas de libros hay aparcamientos, salas de bricolaje o de entrenamiento.
Así mismo, la paranoia de este país con mucha gente rica, hace que se alquilen hoteles que se publicitan como de cero estrellas como “vacaciones en el refugio”. Bajo una montaña de los Alpes, una empresa de seguridad informática vende confianza mostrando en su página web un enorme búnker donde albergan los que según la compañía son los servidores más seguros del mundo, el Fort Knox suizo.
Este problema que implica grandes inversiones fue puesto en duda en Suiza en 2011, el objetivo era el de evitar la obligatoriedad de construir un búnker en cada casa, pero coincidentemente con esta propuesta el desastre de Fukushima reactivó la paranoia nuclear.
Douglas Rushkoff, un creador y analista de vanguardia, fue invitado por un grupo de estos selectos ciudadanos a una reunión para explicar sus puntos de vista sobre el futuro y que aconsejar a estos ciudadanos. La invitación respondía a que él está considerado como uno de los más confiables y estimulante interprete de lo que sucede hoy en la sociedad digital.
Para Rushkoff, si tuviéramos que definir los pilares que sostienen la actualidad humana, tanto en un nivel cultural como práctico, tal vez lo más indicado sería referirnos a una terna de fenómenos o modelos que determinan, en buena medida, la existencia contemporánea: el sistema financiero, los medios y la digitalización de la sociedad.
La primera gran pregunta fue ¿Qué región se verá menos afectada por la crisis climática que se avecina, Nueva Zelanda o Alaska? ¿Es cierto que Google está habilitando un lugar para alojar el cerebro de Raymond Kurzweil, científico y actual director de ingeniería en Google y en caso de ser cierto, ¿su conciencia seguirá activa durante la transición o morirá para luego renacer como alguien completamente nuevo?
En otro extremo de pregunta, estuvo la que realizó el Director general de una correduría de bolsa, quien explicó que estaba terminando de construir su propio búnker subterráneo y preguntó: “¿Cómo puedo mantener la autoridad sobre mi personal de seguridad después del suceso?”. Ese fue el eufemismo que utilizaron para referirse al colapso medioambiental, los disturbios sociales, la explosión nuclear, el virus incontrolable o el hacker que hace caer todo el sistema.
Esta fue la única pregunta a la que dedica el resto de la reunión. Sabían que necesitarían guardias armados para proteger sus recintos de la muchedumbre enfurecida. ¿Pero de qué modo remunerarían a sus guardianes cuando el dinero no valiera nada? ¿Que impediría que los guardianes escogieran a su propio líder? Los multimillonarios pensaban en el uso de cerraduras de combinación cuyo código solo conocieran ellos para proteger sus reservas de comida, u obligar a los guardias a llevar algún tipo de collares disciplinarios a cambio de su supervivencia. O quizás diseñar robots que ejercieran las funciones de guardianes y trabajadores, si dicha tecnología podía desarrollarse a tiempo.
Lo que sorprendió a Rushkoff, es que estos tipos se estaban preparando para un futuro digital que tenía mucho menos que ver con la construcción de un mundo mejor que con trascender por completo la condición humana y aislarse del peligro actual y muy real de cambio climático, aumento del nivel del mar, migraciones masivas, pandemias globales, pánico nativista y agotamiento de los recursos. Para ellos, el futuro de la tecnología solo tiene importancia si le ayuda a una cosa: huir.
Para Esteban Hernández, escritor y periodista español, la experiencia de este tema llegó de una manera diferente, primero descubriendo sus dimensiones a través de un extenso artículo publicado por The New Yorker de este año, donde se describía la compra masiva de propiedades en Nueva Zelandia, por parte de gestores de grandes fondos de inversión y otros más del 1%, que describe Oxfam.
Uno de estos señores Michael Nock, reconocía que estaba en mente de sus amistades la idea de que, si se comienzan a “producir cambios”, inundaciones, tormentas, incendios, cambio del clima etc., a donde podemos ir. La élite mundial con ideas de huir, ya tiene aviones listos para salir hacia los nuevos “paraísos” aislados como Nueva Zelandia.
Éste es un país colonizado por los ingleses, o sea, es una copia de su forma de vida y sistema legal, es un lugar grande con mínima población, una población local totalmente dominada y amansada, justifica a una sociedad muy particular.
Estas élites ya no forman parte de un país porque se mueven en redes globales desterritorializadas, como lo afirma Mohamed El Erian, CEO de Pinco, la mayor gestora de bonos, éste “es un mundo de nómades globales”. Él sostiene que tiene tres pasaportes, pero pertenece a un mundo global.
Robert Johnson, presidente del Instituto de Nuevo Pensamiento Económico, dijo a las personas en el Foro Económico Mundial en Davos que muchos administradores de fondos de cobertura de super-ricos estaban ya planeando sus escapes. Él dijo: “Yo conozco administradores de fondos de cobertura a través de todo el mundo que están comprando pistas de aterrizaje y granjas en lugares como Nueva Zelandia porque ellos piensan que necesitan una salida”.
Johnson dijo que la situación económica pronto sería intolerable puesto que incluso la desigualdad en los países más ricos está creciendo y eso genera más violencia en el mundo.
Stewart Wallis, director ejecutivo de la Fundación Nueva Economía, fue inquirido acerca de los comentarios dijo a CNBC África: “Carros de escape y las pistas de aterrizaje en Nueva Zelandia y toda esa clase de cosas, para que quede una manera de salir. Si ellos pudieran salir, a otro planeta, algunos de ellos lo harían”.
Cuando pensamos en los preppers, o sea, las personas que se preparan para el fin del mundo, imaginamos a todo tipo de excéntricos obsesionados con la religión, Skynet, el apocalipsis zombie o los marcianos. Sin embargo, hay un nuevo tipo de preppers que quizá deberíamos ser tomar en serio, los multimillonarios de Silicon Valley que han comprado un búnker de lujo en los últimos años, mansiones subterráneas bien abastecidas de agua, comida y entretenimiento.
La élite tecnológica, formada por grandes ingenieros, hombres de negocio exitosos y referentes de la innovación es la que se prepara para el fin del mundo mientras la gente se pregunta: ¿saben algo que nosotros no sepamos?
La duda subsistirá, ya que la nueva sociedad que se está consolidando es cada vez más individualista, pragmática y sobre todo tiene miedo, algo que emerge de solo ver en el día las noticias en todas partes del mundo. ¿Qué está pasando?, ¿es este el costo de un planeta más asimétrico que durante la edad media, será el preámbulo de un cambio radical? Es difícil predecir, pero más fácil es ver que las causas están a la luz de todos, no ver verlas es una forma de vivir el presente, sin pensar el futuro.
Fuente: Blog de Alfredo César Dachary. Artículo original