El simbolismo obradorista de la «entrega del bastón de mando» exhibió la práctica de una política que va en paralelo con la parafernalia de los actores y actrices de telenovelas, películas o personajes que aparecen rutinariamente en la televisión.
Esta exposición innecesaria de servidores públicos de alto nivel que son excesivamente bien pagados con respecto al gran resto, raya en lo politiquero, palabra que usa López Obrador de manera despectiva y de desprecio porque este tipo de actos no reinvindica a la política, que es, como la ha llamado el mismo AMLO, un noble oficio
Esto que vemos, no es otra cosa que personajes mediatizados que son pagados por el erario público y que parece que son actores y actrices, vestidos bien y de lujo, para hacer show y no política.
Este evento es algo muy parecido al acto bochornoso que acostumbraban los gobiernos priistas de la segunda mitad del Siglo XX llamado «besamanos». Esta pasarela es algo parecido a una copia de muy mal gusto de esos actos fastuosos y denigrantes cuando se entregan los premios a actores o músicos, y en este caso, la entrega del premio a los políticos encumbrados del país.















































































