La historia de la gigante convertida en Diosa que yace como una montaña en la Sierra de Cacoma, considerada protectora de los habitantes de las costa de Jalisco, Colima y pueblos colindantes.
Como Ud. sabe, las historias de humanoides gigantes que habitaron la Tierra abundan alrededor del mundo, y en México no es la excepción.
Historiadores que llegaron con la invasión española de inicios del Siglo XVI, han descrito vestigios de osamentas humanas gigantes al igual de relatos que indígenas de aquella época contaban sobre la presencia de una considerable población de humanos enormes que cohabitaban con ellos.
Testimonios escritos como el Códice Florentino o el Códice Zumárraga describen a los gigantes que vivieron en estas tierras, este último, San Juan de Zumárraga, afirma que estos seres, para los indígenas, fueron creados por los dioses que desaparecieron en la catástrofe de Atonatiuh; Evento que, desde la cosmovisión Azteca, puso fin a la época del 4° Sol a través de inundaciones en todo el planeta.
Pero cada testimonio tiene sus propias versiones, cada una diferentes entre sí, desde el tamaño de estos seres hasta la forma en cómo perecieron y desaparecieron del mapa actual.
Lo cierto es que, los relatos y leyendas sobre gigantes en nuestras tierras continúan en la actualidad y, una de ellas, por demás interesante, es la de la Diosa Hueytlaichpochtli, protectora de los habitantes de la costa de Jalisco, Colima y allende sus límites.
El lugar sagrado
En el estado de Jalisco existe un área en las montañas de la Sierra Cacoma que es considerada sagrada. Ese polígono venerado tiene su matriz en el pueblo de Talpa y su perímetro abarca parte de los municipios de Tomatlán, Cuautla, Ayutla, Mixtlán, Mascota y Talpa de Allende.
Talpa, es actualmente el lugar de culto donde miles de peregrinos católicos llegan de todas partes a pedir ayuda a la Virgen del Rosario, la santa patrona del pueblo, para la solución de problemas personales o familiares a cambio de una penitencia llamada manda. Cuentan, que las peticiones hechas por los peregrinos se cumplen al pie de lo demandando, tanto que son considerados increíbles milagros.
Innumerables de esos milagros han sucedido según se cuenta por la cantidad de personas que peregrinan año con año. Las penitencias varían desde el acuerdo con la Virgen, pero las más comunes son visitar su altar a pie o a caballo desde grandes distancias que, a manera de expiación, tienen que recorrer el camino por las altas montañas de más de 2000 msnm durante varios días hasta llegar a su templo.
En ese camino al lomo de las montañas, antes de bajar al pueblo de Talpa, se divisa una montaña en forma de una mujer que yace horizontal mirando al cielo. Algunos residentes de los pueblos cercanos a ella le llaman la Mujer Dormida, no así Don Jacinto Gómez, un hombre de 85 años habitante del pueblo de la Cumbre de Guadalupe, que considera que esa montaña es una Diosa que protege a todos los habitantes de estas tierras costeras.
La historia
Hace miles de años, quizá llegando a millones, los dioses hicieron la tierra tal como está ahorita, cuenta Don Jacinto. Dice que sus abuelos contaban una historia que no todos creen, -pero si yo la cuento, es porque sí existió- afirma seguro el octogenario hombre que se dedica a replantar los pinos que usa el aserradero para vender la madera. Y así relata la historia:
Cuando yo era niño mi familia vivía con mis abuelos Rodrigo y mi nina María allá cerca de La Cuesta, pero nos movíamos constantemente por etapas de tiempo porque antes, las familias se movían de un lado a otro buscando siempre las mejores tierras para la milpa y el frijol, pero siempre alrededor de Huetlaichpochtli, nuestra protectora.
Esa montaña que se divisa allá en el mirador, tiene una larga historia de millones de años que mi abuelo Rodrigo nos contaba.
En aquel tiempo estas tierras eran habitadas por personas verdaderamente gigantes de más de 50 metros de altura. No había estas montañas que vemos ahora, había enormes extensiones de vegetación y mucha agua por doquier.
Los gigantes vivían al lado de otros animales gigantes, yo creo que esos eran los dinosaurios que ahora el mundo dice, pero entonces, pues había mucho que comer y los gigantes no habitaban en pueblos sino vivían en familia, unas aquí y otras más allá, se sabían unos y otros, pero no vivían juntos como ahora que hay muchos pueblos.
Hubo un día en que la tierra empezó a temblar y salía humo por el suelo en muchos lugares; los gigantes no sabían que pasaba y se asustaron. Los temblores iban y venían por días junto con el miedo de los gigantes que alzaban la vista al cielo como buscando respuestas a lo que pasaba.
Cuenta mi abuelo que después de varios días temblando, la tierra se abrió y se hicieron huecos muy grandes donde gigantes, animales y plantas cayeron al vacío donde abajo parecía que había una inmensa hoguera que devoraba todo.
De todos los que cayeron, una mujer gigante quedó prensada horizontalmente en un paredón de uno de los huecos. Luego la tierra, decía el abuelo, parecía que se arrugaba con movimientos que iban en dirección a la estrella más luminosa, haciendo que chocaran las paredes de los inmensos huecos formando grandes lomas de tierra.
De esa manera se formaron las montañas y, una de ellas, emergió de forma de la mujer giganta que no alcanzó a caer en el vacío.
Decía mi abuelo que los Dioses que hicieron las montañas decidieron quedarse a cuidarlas y la giganta, que quedó atrapada en las paredes de los inmensos huecos, fue hecha una montaña Diosa que cuida todo lo que hay en estos cerros.
Ya con el tiempo, todo esto se empezó a poblar de gente. Debió haber pasado algunos miles de años para eso. No se sabe bien cuánto tiempo pasó cuando hubo otra desgracia muy fuerte en todas estas tierras.
Se dice que la lluvia no paraba y no paraba; dicen que duró muchos días lloviendo y los mares empezaron a llenar las cañadas y valles entre montaña y montaña ahogando a todo pueblo y habitantes mientras subía y subía el agua.
Entonces, dijo mi abuelo y nunca se me va olvidar esta parte, unos pobladores que habían subido a lo alto de estas montañas ya casi llegando el agua a la cintura, de repente se les aparece una mujer gigante con enorme pelo que se confundía con la oscuridad, traía unos troncos de árbol cargando entre sus brazos. La única mujer de esas dimensiones que conocían era la mujer que reposaba en aquellas montañas mirando al cielo.
Se acercó a esa familia y sin esperar, fue subiendo uno a uno de los sobrevivientes para alzarlos más arriba, que sin embargo el nivel de las aguas los alcanzó pero quedaron a salvo en los troncos que flotaban.
Pasaron unos pocos días más manteniéndose en la madera y alimentándose de pescados que les llevaba la giganta y bebiendo agua de la lluvia.
La lluvia se acabó. No tenían idea de qué hacer ni dónde se encontraban y las agua no se veía que bajaban. Un día sintieron que una corriente los arrastraba rumbo hacia la estrella brillante, era mucha la fuerza que los jalaba cuando del agua salió la giganta llevándolos a un lugar donde ya había un escampado que les permitía divisar la fuerte corriente.
En unos días el agua bajó al nivel que había antes de las lluvias y se dieron cuenta que estaban en las montañas de lo que ahora es el cerro de La Bufa viendo a lo lejos el hueco de tierra en el mar que se había formado por las fuertes corrientes de agua que volvían, formando lo que ahora es la Bahía de Banderas.
Después de ese episodio no volvieron a ver a la mujer gigante. Regresaron a sus lugares y lo primero que hicieron fue ir a dar gracias a la montaña mujer que se encontraba intacta, parecía que no hubiera pasado nada.
Desde entonces empezaron a venerarla y la historia fue relatada de generación en generación. Le llamaron Diosa Hueytlaichpochtli, que significa doncella grande o virgen gigante, a la cual le rendían tributo con rezos, cánticos y peregrinajes.
Su fama se extendió por toda la región al igual que la población durante los siguientes miles de años. Se puede decir que la montaña que ves a lo lejos, protegió la sobrevivencia de las personas que siguieron después, como mi familia que siempre ha estado aquí desde hace un montón de años, gracias a ella.
De esa manera esa montaña se convirtió en un lugar sagrado hasta la llegada de los españoles hace 500 años que le decían a la gente que eso era un cuento hereje y prohibieron la veneración a la Diosa montaña, a Hueytlaichpochtli.
Nosotros seguimos rezándole a la montaña y la cuidamos, y también consideramos a la Virgen de Talpa como una hija de la montaña que ayuda a la gente de por aquí; que también le rezamos y la visitamos seguido.