El presidente agita las aguas en torno a la educación universitaria porque es ahí donde tiene su fuerza ideológica la oposición. Para impulsar un cambio de régimen se requiere una profunda reforma de los planes de estudio. No puede haber una transformación ni política ni de régimen si no va acompañada de una reorientación del sentido de la educación.
Por Javier Orozco Alvarado (*)
Para nadie es desconocido que desde el primer día que tomó posesión el presidente Andrés Manuel López Obrador, ha venido imponiendo una intensiva agenda para impulsar la transformación económica, política y social que requiere el país. El tema del guachicol, la cancelación del Aeropuerto de Texcoco, la supresión de las factureras, la cancelación de exenciones fiscales, la persecución de la corrupción, la desaparición de los fideicomisos, la reforma energética y ahora el tema de la UNAM.
Al igual que todos esos temas y otros más de su amplia agenda, la polémica en torno a las universidades es fundamental, porque de ello depende que muchas de las reformas que ha emprendido el presidente tengan el soporte social para la transformación de la vida nacional. Sobre todo, porque tanto la reforma educativa de Peña Nieto, como la contrarreforma educativa que impulsó a su llegada este gobierno, no incluyó una reforma en los niveles medio y superior.
Es de entender que el presidente pretenda agitar las aguas en torno a la educación universitaria porque es ahí donde tiene su fuerza ideológica la oposición. Por eso, para impulsar un cambio de régimen se requiere una profunda reforma de los planes de estudio, como se ha hecho en el pasado. No puede haber una transformación ni política ni de régimen si no va acompañada de una reorientación del sentido de la educación.
La historia nos muestra que en nuestro país la consolidación de la Revolución Mexicana fue producto de la reforma educativa que impulsó en 1934 Lázaro Cárdenas para implantar la educación socialista; una educación con sentido social que perduró casi hasta finales de 1982, con intervalos de enfrentamientos y movilizaciones estudiantiles y sociales entre 1960-1970.
En nuestro caso particular, en Jalisco, Junto con la reforma cardenista surgió entre 1934-1937 el denominado FESO (Frente de Estudiantes Socialistas de Occidente) cuyo propósito era apoyar movimientos en favor de obreros y campesinos, así como el avance de la educación socialista en México. Pero siendo Jalisco una de las entidades más reaccionarias del país, pronto hizo su aparición la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG) en 1948, la que unos años más tarde participaría en la represión del movimiento estudiantil de 1968; una organización que se mantuvo vigente hasta la llegada de las reformas neoliberales.
Con la llegada de Carlos Salinas de Gortari al poder en 1989-1994 se impulsó una de las más importantes reformas educativas en materia de Educación Superior, con lo cual la educación asumió un sentido elitista, individualista, tecnocrático y neoliberal. Fue durante los gobiernos de Salinas hasta Enrique Peña Nieto que las universidades estuvieron al servicio del régimen y muchos de sus directivos y sus órganos de gobierno siguen al servicio de grupos políticos y personajes que encabezan actualmente la oposición al presidente Andrés Manuel.
Por eso no es creíble que el presidente ignore que muchos de los rectores de la UNAM son propuestos a su Junta de Gobierno por los presidentes de la república en turno. Empezando por Jorge Carpizo, quien fue rector de 1986 a 1989; también Procurador General de la República en 1993 y posteriormente Secretario de Gobernación con Ernesto Zedillo.
Hasta ahora, la única excepción como rector de la UNAM (1999-2007), ha sido Juan Ramón de la fuente quien tiene una larga trayectoria como investigador y un amplio reconocimiento internacional por sus investigaciones de frontera. Es uno de los rectores que por su identificación con la izquierda mantuvo una sana distancia tanto con Vicente Fox como con Felipe Calderón. No así el caso de José Narro, quien fungió como rector de la UNAM por dos ocasiones, entre 2007-2011 y 2011-2015; que después fue Secretario de Salud con Enrique Peña Nieto y precandidato a la presidencia de la república por el PRI en 2018.
Es de esperar que escudadas en la autonomía universitaria muchas universidades mexicanas, incluida la UNAM, seguirán manteniendo un sistema educativo con enfoque neoliberal para tratar de salvaguardar los intereses y los privilegios que han mantenido desde hace varias décadas sus órganos de gobierno y sus directivos al amparo de los grupos de poder que han controlado económica y políticamente al país para beneficio de unos cuantos.
Por eso, mientras no se impulse una verdadera reforma educativa que contemple la educación media y superior; la posibilidad de un cambio de régimen será una tarea difícil para el gobierno de “la Cuarta Transformación”. Si en verdad se busca un cambio en la formación de una nueva clase media es necesario impulsar una reforma educativa que permita transitar del neoliberalismo al humanismo, para construir una sociedad que tenga como principio el interés nacional, el bien común, la solidaridad, la ética y verdaderos valores morales.
(*) Ex rector del Centro Universitario de la Costa. Investigador de El Colegio de Jalisco, A.C.