Por Alfredo Jalife Rahme
Se definen las estrategias mercadotécnicas de las campañas de Trump y Harris. La entrevista de Elon Musk a Trump marcó el horizonte de su campaña, en la cual la migración, la inflación y el nacionalismo cristiano jugarán un papel preponderante, mientras Kamala, quien evade los cuestionamientos de los multimedia, reajusta el polémico ‘Bidenomics’.
A 82 días de la crucial elección presidencial en EEUU, se puede aducir que la campaña previa de Trump contra Biden —hasta el domingo 21 de julio cuando el presidente sufrió un verdadero golpe de Estado, a juicio del galardonado investigador Seymour Hersh—, reinició literalmente con la entrevista del dueño de la red social X, ahora frente a la vicepresidenta en funciones Kamala Harris.
Por cierto, la versión del golpe de Estado ha sido adoptada y adaptada por Trump en su “nueva campaña” para demostrar la forma antidemocrática en la que ha sido seleccionada Kamala por el Partido Demócrata.
Regresando a la entrevista, cabe señalar que Trump había sido defenestrado por la anterior dirección de Twitter, y ahora ha regresado a X, tanto recuperando su cuenta como con su entrevista con Musk.
Nos encontramos ante una nueva partida electoral: después del duelo Trump-Biden, ahora se asienta la batalla Trump-Kamala. De allí nace la relevancia de la saboteada entrevista de marras cuando la generalidad de los multimedia en EEUU que, guste o disguste, son controlados apabullantemente por el Partido Demócrata, con excepción de la televisora Fox News y el portal Breitbart.
Más aún: Trump ha iniciado una campaña contra las redes sociales, a grado tal que Facebook (Meta, la empresa matriz de FB e Instagram, está proscrita en Rusia por extremista) y Google fueran acusados de censurar su legendaria foto donde exhibe su puño triunfador después del fallido atentado en su contra.
No deseo conjeturar de que el fracaso del atentado contra Trump fue determinante para quitar a Biden de la carrera presidencial ocho días después.
Las agendas de ambos contendientes son nítidas y marcan dos antagónicas cosmogonías de nación, que padece los prolegómenos de una guerra civil.
Por un lado, Kamala —vinculada a Hollywood y arropada por los globalistas Soros (George de 94 años y su hijo Alexander de 38), Obama y la pareja Clinton (Bill y Hillary)— es notable impulsora del movimiento woke —la “diversidad sexual”, la “libertad de reproducción femenina” [aborto], el Foro Económico Mundial de Davos, la laxitud migratoria, la Agenda Verde antipetróleo y la Agenda 2030.
Por otro lado, Trump estaba manejando el Proyecto 2025 de Heritage Foundation —de la que se alejó inexplicablemente—, ataca como de costumbre la migración, promueve el “nacionalismo cristiano” y condena la “inflación alimentaria”.
Por ahora, me enfocaré más a la entrevista de dos horas que otorgó Trump a Elon Musk, en espera de la postura más definitoria de Kamala, a la que acusan de “camaleónica”, que servirá para un análisis ulterior.
A Trump le pegan y pega donde duele: comentó que “mucha gente carece de dinero” para acudir a los supermercados y llenar sus carros de compra.
Tan fuerte pegó el tema de la “inflación alimentaria” que los epígonos de Kamala han lanzado una vigorosa campaña que demuestra que el núcleo de la inflación (core inflation) sigue disminuyendo por cuarto mes consecutivo, lo que obliga a una disminución de las tasas de interés que, además, reenergizaría la “economía de guerra” de EEUU.
Sobre la inflación, primordialmente en su variedad alimentaria, Trump arremetió contra la “ineptitud” de Kamala, que es mucho peor que la del hoy tan vilipendiado Bidenomics. Trump propulsa el “nacionalismo cristiano” al indicar que “Dios lo había salvado” del fallido atentado gracias a que volteó la cabeza para señalar el daño migratorio a la identidad estadunidense.
En forma notoria, Trump fustigó a los enemigos dentro de EEUU que son más peligrosos (sic) que Rusia y China.
Llamó la atención la intervención de Musk sobre energía cuando juzgó que EEUU no debería “vilipendiar” a la industria del petróleo y el gas. Más bien, el país “debería inclinarse en la dirección de la sostenibilidad”, lo cual causó la satisfacción de Trump, quien es propetrolero (sobre todo en el Estado con el mayor número de votos electorales del Partido Republicano: Texas) y nunca ha ocultado su escepticismo sobre el “cambio climático”.
En forma pesimista, Paul Craig Roberts, anterior Secretario Asistente del Tesoro para la Política Económica con el expresidente Ronald Reagan y recipiendario de la Cátedra William E. Simon en el muy influyente Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por sus siglas en inglés), afirma que Kamala “ganará” debido al control que ejerce el Partido Demócrata en los órganos electorales de los determinantes swing States (Estados volátiles). Juzga que se puede repetir el fraude electoral de hace cuatro años, cuando “el conteo de los swing States fue detenido a media noche mientras llegaban camiones repletos de cajas de otros Estados, en los centros de conteo de votos controlados por los demócratas”.
Así las cosas, la elección presidencial se juega ahora más que nunca en los swing states (Estados volátiles) donde planean los ominosos nubarrones encapotados de un virtual fraude electoral que puede desencadenar una situación de por sí implosiva en un país notoriamente fracturado con paroxismal mentalidad maniquea.
Fuente original y créditos de la imagen: Kontrainfo