3 micro-relatos sin la intención de perturbar tu comodidad
- Primera colonia, la avaricia gachupina, fuego y muerte
2. Segunda colonia, la avaricia gringa, engaño y muerte
3. ¿Tercera colonia? El re-inicio pero sofisticado.
Primera colonia, la avaricia gachupina, fuego y muerte
Cuando hablamos de colonia, se dice de un grupo de personas que habitan un lugar que no es propio. Así, cuando el territorio que hoy es México fue invadido por los españoles, mataron a casi todos los que habitaban el vasto territorio para hacerlo propio de españoles. Lo llamaron Nueva España, y desde hace 501 años, cuando ganaron la batalla madre de aquella invasión con la toma de Tenochtitlan, la vida de este territorio cambió.
Para ocupar lo que no era de ellos, hubo centenares de barcos llenos de españoles que llegaban por Veracruz y se diseminaban por todo lo ancho y largo del territorio sin gente, recién la habían exterminado.
Prueba de ello son los innumerables pueblos de la costa de Jalisco que desaparecieron en menos de 70 años después de la llegada española de vejaciones, maltratos, asesinatos y abortos provocados por las mismas mujeres nativas para que sus hijos no enfrentaran a tal maldad humana.
En una Europa que salía de la edad medieval, sucia y pobre, la usurpación de la riqueza del México antiguo era la salvación.
Un relato anónimo de aquella época pinta a los españoles de cuerpo y alma cuando los nativos de estas tierras se preguntaban el porqué de esa avaricia humana por las cosas materiales como el oro, los llamados gachupines respondían: Nosotros tenemos una enfermedad que sólo la cura el oro.
En una breve lista entre los bienes y males que trajeron los españoles a la tierra que se colonizaría venían caballos, vacas, borregos, gallinas, puercos, pólvora, acero, azúcar, trigo, avena, cebada, panes, alcohol, coles, rábanos entre otros bienes que los ibéricos embarcaron junto a los males como enfermedades virulentas, suciedad, codicia, maldad, avaricia, hipocresía, esclavismo, cañones, espadas, catolicismo, idioma europeo y la vieja sumisión insana a una clase social que se decían reyes, condes, duques y quién sabe qué tanta mierda más fundada en la creencia que su posición era por descendencia divina.
En todo este tiempo de invasión española se coció un fenómeno natural humano, promovido desde el propio Hernán Cortés, que erigió una nueva raza con el mestizaje entre la sangre autóctona del Abya Yala con la sangre del llamado viejo continente.
300 años de experimentaciones de la naturaleza en la erección del Homo sapien latinoamericanus dio consigo un rompimiento político de criollos (hijos de españoles nacidos en el nuevo continente) y mestizos en 1821 con la realeza española. Recalco lo político de esa ruptura.
Y digo lo anterior, porque no fue así en lo económico, cultural o incluso en lo lingüístico, que hasta la fecha, la “América liberada” depende de los dictados de la “real academia de la lengua española” a la hora de establecer las normas del “independiente” país con relación al idioma que se habla en el espacio de sus fronteras.
En los 200 años como país independiente, México ha sido una hoguera que permanece en llamas de conflictos sociales, políticos, económicos, y ahora, desgraciadamente, también ecológicos, que han impedido consolidar un pensamiento propio desde esa raza nueva que sigue en su proceso de formación atómica; y es que todavía hay quienes aluden “Madre Patria” al referir a España.
Desde esos doscientos años libre de la corona española, siempre ha influido la poderosa fuerza del exterior con sus encantos seductores y cañones apuntando en la sien a quienes se atreven a querer desterrar la etiqueta de “tierra de conquista” y, con ello, osar en modificar el status quo de los poderosos del país que se quedaron como gerentes de corporativos y gobiernos extranjeros que se encargan de que todo cambie pero que todo siga igual.
Después de que las llamas alcanzaran su mayor esplendor a principios del siglo pasado, la Revolución Mexicana, ya cargada con el germen mestizo, dio esbozos de una emancipación colonial, pero, después de un lento arranque revolucionario, a Cárdenas se le agotó el tiempo y, con la hegemonía gringa venida a más después del triunfo de éstos en la Segunda Guerra Mundial, el colonialismo tomó más fuerza y viró en otra dirección, ya no de la Europa destruida y debilitada por la segunda gran guerra, sino de la emergencia de un poderoso imperio militar y económico en ciernes que venía del Norte, justo al borde de nuestras fronteras con las pistolas apuntando a las cienes del Sur.
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