El confinamiento no se vive igual desde la pobreza, la pandemia hace más evidente la desigualdad y segregación en el sistema educativo del país
Más de 32 millones de mexicanos no tienen internet en casa. Por si no fuera suficiente, el plan de instalación de fibra óptica en el territorio está prácticamente detenido. Sin conectividad y en aislamiento, jóvenes de ciudades y pequeños poblados que estudian el bachillerato y la universidad viven la discriminación por ser excluidos del sistema educativo.
En las ciudades, niños y adolescentes emprenden la misión de conectarse a la red gratuita para continuar las clases en línea, suplicando que no se sature. Mientras que en pequeñas poblaciones en todo el país, los estudiantes ya están casi con un pie afuera de la escuela, sus alternativas son encontrar un trabajo, escaso en esta época, o buscar métodos más efectivos para ganar dinero.
Esta es la realidad de la Generación Confinada que transita la emergencia sanitaria sin internet y sin educación
La situación es que alumnos intentan aprender de todo un poco, en un afán de cambiar su suerte, pero lo que se hace más evidente es el rezago educativo principalmente en las zonas rurales la cual el acceso a las telecomunicaciones es verdaderamente limitadas. Además de que el sistema educativo en las comunidades es tan laxo que nadie es reprobado. Esto significa que un estudiante pasará automáticamente de año bajo la única condición de que no falte a sus clases, aprenda o no.
No es una regla escrita, pero los docentes saben que reprobar a un alumno es perderlo para siempre. “A pocos les importa realmente aprender. No le ven utilidad”, explica Iván Chávez, profesor de bachillerato de Tecoanapa una zona rural de Guerrero.
Las mujeres, aún más limitadas en la pandemia
A eso hay que sumarle que el machismo sigue enquistado en estas regiones, por lo que las aspiraciones de las mujeres son limitadas. Muchas elegirán casarse y tener hijos, sin la oportunidad de explorar su talento cómo profesionista.
En hay redes para conectarse, pero la señal es débil. Iván ha tenido que buscar las formas para que todos sigan aprendiendo. Una de sus técnicas es enviar las tareas por Whatsapp a los alumnos que cuentan con celular, para que a su vez las repartan al resto de los compañeros. El método ha funcionado, pero no a grandes escalas.
Giovanni es el claro ejemplo de lo que un estudiante de zona rural vive día a día para participar de la escuela en línea
Giovanni sale de su casa todos los días con su cubrebocas y su celular. Abona los 50 pesos de saldo que le da su papá para que pueda hacer sus tareas, mismos que le durarán dos o tres días. Cuando se acaba este saldo, debe caminar por las calles sin pavimento de su colonia hasta los límites de la misma, donde puede conectarse a alguna red gratuita.
Giovanni carece de computadora en casa, y a su colonia, no llegan los servicios de internet.
Las escuelas se han tardado en decidir lo que deben hacer con estudiantes como Giovanni, que por sus limitaciones económicas y tecnológicas no han podido entregar la totalidad de sus tareas y mucho menos asistir a las clases a distancia.
Durante la pandemia, Giovanni se ha confinado con sus papás y su hermano menor, quien estudia la primaria y está en una situación similar a la de él. La familia ha respetado el confinamiento, salvo cuando Giovanni tiene que salir a conectarse para hacer sus tareas o cuando su padre sale a trabajar para proveer el único ingreso económico del hogar.
Giovanni encuentra internet público, revisa las tareas que le han enviado sus amigos a su Whatsapp. Termina sus tareas, como puede, a dos dedos. De las nueve materias que cursa en el segundo semestre en un colegio de Bachilleres, trata de ir al corriente en ocho: “Uno de los profes me dijo que me quería pasar de listo y que no me iba a recibir las tareas por Whatsapp”, dice Giovanni.
El resto de profesores sí le permitieron entregar sus trabajos por esta vía, sin embargo, el hecho de no poder tomar las clases a distancia lo ha rezagado del resto. “La verdad es que no he podido ponerme al corriente, y corro el riesgo de reprobar”, cuenta Giovanni.
Las autoridades de su escuela han anunciado mecanismos de nivelación académica para los estudiantes que se han atrasado. La idea es que ningún estudiante termine reprobado este semestre, no obstante, la dificultad es la misma, pues dichos mecanismos también se cursan en línea o tienen algún costo.
“Yo no puedo pagar el precio de ocho materias para recuperar mis calificaciones”, afirma Giovanni.
En este sentido, la escuela responde que los alumnos, cuyas familias carecen de ingresos económicos o medios tecnológicos, deberán esperar a que termine la contingencia para atender su caso de manera presencial. De todos modos se siente como un semestre perdido.
En todas las escuelas públicas hay casos como el de Giovanni. Desde el principio sabían que el reto de continuar las clases a distancia era una empresa compleja y segregadora. No sólo alumnos, sino también muchos profesores eran incapaces de utilizar la plataforma en línea diseñada por la SEP.
Por ello, las autoridades educativas se han visto en la necesidad de diseñar estos mecanismos exprés para los miles de estudiantes atrasados.
Esto es muestra clara de que este sistema de educación remota no es factible a corto plazo en México. La pandemia ha desnudado la enorme desigualdad que aún persiste en nuestro país.
Fuente. Animal Político
 
			

























































 
		    















