Las mañaneras de Andrés Manuel nos hicieron creer en la democracia, en la transparencia y en la honestidad que ni ellos mismos practican.
Por Javier Orozco Alvarado, Ex rector del Centro Universitario de la Costa Universidad de Guadalajara
Es una ley ineludible de la historia juzgar a los corruptos, los tiranos y los autócratas; que en nombre de sus pueblos comenten atropellos, violentan las leyes y sepultan democracias.
En nombre del pueblo comenten abusos, roban, engañan y mienten para conservar el poder en beneficio de sus familias, sus secuaces y sus fervientes seguidores.
Todos hemos caído alguna vez ante la farsa del discurso, el engaño mediático o el romanticismo ideológico. En su momento, nos dejamos llevar por el discurso comunista, socialista, nacionalista o hasta neoliberal; los que creen en la magia mercado.
Ello nos condujo al anhelo de regímenes comunistas o socialistas como el cubano, antes de la instauración de la dictadura castrista y su continuidad hasta nuestros días; que nos muestra descarnadamente hasta dónde la dictadura de un partido y sus élites políticas pueden llevar a la miseria, la penuria y el sufrimiento de todo un pueblo sin esperanza, sin libertades o expectativas de progreso.
Y que decir de Venezuela, que como en Cuba, se hereda la presidencia en nombre del socialismo o por derecho divino, como el caso de Hugo Chávez que cedió el mando al ahora dictador Nicolás Maduro, quien simula elecciones democráticas para, con la mano de su partido hegemónico, perpetuarse en el poder.
En México, más de alguno creímos en el fin del neoliberalismo, en la llegada del socialismo, o mínimamente del nacionalismo; en el fin de la corrupción, el nepotismo, el huachicol o el autoritarismo.
Las mañaneras de Andrés Manuel nos hicieron creer en estampitas religiosas para evitar el Cóvid, en los programas asistencialistas para acabar la pobreza; en un milagro económico inexistente que inició en 2018 bajo el principio de la economía y la cartilla moral de Morena.
Nos hicieron creer en la democracia, en la transparencia y en la honestidad que ni ellos mismos practican.
En la corta historia de un régimen de partido dominante como el nuestro, que sigue siendo neoliberal, existen muchos peligros que amenazan a la república; no sólo porque el poder Ejecutivo y el Legislativo imponen sin contrapesos sus decisiones, sino por el control que fraudulentamente ahora tienen sobre el Poder Judicial, con lo que podrán someter al INE, a los medios de comunicación y a la Constitución entera.
La continuidad del régimen, el partido, las familias y las élites dominantes de Morena están aseguradas, como ha sucedido en Cuba, Venezuela, Nicaragua, Haití u otros países en donde el control social y político se ejerce en nombre del pueblo entero.
Pero la historia juzgará si estamos en salud mejor que Dinamarca, si se acabó con la pobreza, si con Morena terminó la corrupción, el nepotismo, el influyentismo y el autoritarismo.
Andrés Manuel negó que en México se produjese fentanilo, que no había huachicol, que no había endeudamiento público, que la economía iba muy bien; a pesar de un PIB de 0.9% durante su sexenio y del 0.6 con Sheinbaum. Se ocultaron los sobrecostos del Tren Maya, del AIFA y las obras del Transístmico; problemas que tendrá que resolver la presidenta o continuar con un legado de persistentes mentiras.













































































