Las noticias sobre Israel y Palestina inundan las redes y asistimos a un curioso fenómeno: Autorizadas voces, personajes que destacan por su inteligencia o incluso su oposición parcial o total a la narrativa dominante de los medios, se muestran hechizados por los sucesos y claman por venganza por el ataque de Hamas. Piden un castigo colectivo ejemplar y/o aplauden el bombardeo y el bloqueo total de agua, alimentos e insumos vitales a la Franja de Gaza.
La irracionalidad de esa reacción es demostrativa del poder hipnótico de los medios, capaz de torcer criterios éticos básicos. ¿Convalidaríamos que Estados Unidos bombardee Tijuana en represalia por el accionar criminal de una banda de narcos mexicanos?
Hay más razonamientos de sentido común para evitar la intoxicación emocional que promueven los medios. A continuación, un sumario de principios básicos.
Cómo no intoxicarse con las noticias sobre Israel y Palestina:
- Ninguna categoría de seres humanos es homogénea. Israelíes y palestinos, mexicanos y gringos, ricos y pobres, moros y cristianos: Toda división de individuos en categorías es una operación puramente mental. Ningún agrupamiento de personas define una materia homogénea. Hay diferencias profundas de individuo en individuo. En general, cualquier postura que intente definir patrones comunes para los miembros de una categoría, fracasa en lo general y en lo particular. Por lo tanto, atribuir en lote a «isrelíes» o a «palestinos» un carácter beatífico o sanguinario, declararlos colectivamente culpables o inocentes, es sólo un acto de fe, de ingenuidad o de propaganda. En el mejor de los casos, es sólo una expresión de preferencia personal. Entonces, antes de indignarnos con un colectivo por las acciones de un individuo o de un grupo, cabe preguntarnos si no estamos cayendo en la trampa retórica que las narrativas periodísticas le tienden a las audiencias ingenuas.
- Los autores de atrocidades no tienen género ni nacionalidad, y muchos trabajan para varios bandos. Para poner bombas, ametrallar multitudes o bombardear un barrio lleno de inocentes, hace falta preparación. Los verdugos, torturadores, francotiradores, expertos en explosivos y otros especialistas en violencia, salvo rarísimas excepciones, son formados y entrenados por Estados y corporaciones que los utilizan para diversos fines. Como suelen ser asalariados/sicarios a sueldo, es frecuente que cambien de bando, o que trabajen para varios empleadores a la vez. También, si gozan de la protección de los Estados, cuentan con inmunidad por sus crímenes. Una doble moral muy frecuente los absuelve por su horrible labor cuando trabajan «para nuestro lado». Pero no por eso dejan de ser lo que son: una minoría que no tiene nada que ver con la población en general. Entonces, antes de exigir justicia implacable contra el colectivo percibido como culpable por las acciones de un individuo o un grupo, cabe preguntarnos si los autores no serán, o habrán sido, parte de «nuestro equipo».
- Las operaciones psicológicas y atentados de falsa bandera son moneda corriente a lo largo de la historia. La tendencia a creer en la bondad de «nuestro gobierno» nos aleja de una realidad indiscutible: históricamente, todos los gobiernos se muestran propensos a exponer a la ciudadanía a atentados y actos de guerra cuando hay intereses en juego. Los atentados de falsa bandera son el inicio de muchas guerras y conflagraciones generalizadas. Las denuncias de que Israel ignoró los anuncios de inteligencia en torno a que Hamas preparaba un ataque, provoca en muchos la angustiosa sospecha de que el grupo palestino y las autoridades israelíes de alguna manera colaboraron entre sí para permitir los hechos de violencia. Evidencias similares se hallan en las investigaciones del atentado contra las Torres Gemelas, y en incontables sucesos de la historia donde «policías y ladrones» se interpenetran y trabajan juntos. Entonces, antes de pedir la muerte del enemigo, cabe preguntarnos si no lo tenemos en casa.
- Muchas noticias mienten, otras muestran verdades a medias, y algunas hasta están producidas en estudios. Una larga experiencia de más de un siglo nos ha enseñado que las noticias son un campo de batalla, donde el retorcimiento de la verdad no tiene límites ni escrúpulos. Y menos cuando estalla la guerra. Los videos, testimonios y narraciones de atrocidades deben ser tomados con suma precaución. Está lleno el ciberespacio de producciones fotográficas y audiovisuales que escenifican sufrimiento humano con la intención de manipular las emociones de las audiencias. A menudo la intención es lograr la adhesión de los ciudadanos comunes al uso de la violencia contra otros ciudadanos comunes. Entonces, antes de exaltarnos en defensa de tal o cual bando como respuesta a un tweet o un informe televisivo, cabe preguntarnos si no estaremos bajo el influjo de un mensaje industrialmente diseñado para programarnos.
- Cada día hay millones de actos de violencia y horrores de todo tipo, pero sólo unos pocos se muestran en las noticias. En general, atentados, asesinatos en masa y otras atrocidades cunden en todo el mundo, patrocinados por Estados y corporaciones. La ingeniería para organizar hechos noticiosos de alto impacto se ha perfeccionado con los años. Las redes (des)informativas están preparadas para destacar la agenda noticiosa programada, apuntar al linchamiento mediático de los enemigos de turno, y filtrar todo contenido que no sirva a sus fines. Ejemplos de lo que no vemos: la guerra de Yemen que ya lleva 8 años y 12.000 víctimas fatales, o las inyecciones Covid que computan 13 millones de muertos. Entonces, antes de intoxicarnos con el veneno noticioso del día, cabe preguntarnos por qué se ha seleccionado ese segmento de la realidad y qué reacción pretenden de nosotros.
O una pregunta más específica: ¿Cuál es la guerra y el bando patrocinado del día? POSIBLE RESPUESTA: