¿Cuántos de nosotros no hemos pasado diferentes etapas de la vida que vamos dejando atrás pero que se vuelven visibles como caminos que nos gustaría volver a transitar?
Etapas sobre el desarrollo del individuo que muchas se quedan grabadas y prensadas en los surcos de la memoria: algunas veces enterradas y olvidadas en los escombros y cochambre de las malas experiencias pero otras muy lúcidas que se despiertan con los colores, los olores o detalles de felicidad que detona las experiencias amadas y gozadas que siempre están a flor de piel.
Todos tenemos un cúmulo de recuerdos en la mnemoteca de nuestro cuerpo que quisiéramos eternizar.
El humano en sociedad pasa por diferentes etapas de la vida, sea en el mismo hogar como en otros organismos sociales que frecuentamos en las edades del individuo. Uno de ellos son las escuelas.
Pasamos diferentes niveles, grados o especializaciones que nos dan la oportunidad de ir experimentando una serie de diversas sensaciones en cada uno, como la libertad de sentires e inocentes actitudes que ensayamos en la etapa de la instrucción básica o, como la revolucionada y pocas veces entendida etapa de la instrucción preparatoriana, que es el momento de la verdadera gestación del carácter, del brote ideológico o de las curiosidades sensoriales.
Es la etapa que prepara y define al individuo al momento de enfrentar su futuro.
Jóvenes adultos
Recientemente, un grupo de sexagenarias personas tuvieron la emotiva decisión de volver a vivir los momentos de los últimos años de su segunda década de vida cuando fueron compañeros y pares en la escuela preparatoriana allá en los primeros años de los 80´s del siglo pasado y que hoy, 44 años después, los sobrevivientes de aquel siglo icosaico, se volvieron a encontrar.
Más de 4 décadas vividas cambian al humano, sin duda. Habrá que fijarse que cuando se encontraron en aquella década ochentera, no cumplían ni dos décadas vividas. Más de 40 años vividos sin saberse entre ellos. El encuentro se lleno de nuevos rostros. No eran las mismas caras. Ni la misma voz. Ni aquella exuberante negra cabellera. Pero cuando se fundía el abrazo, esas caras extrañas, emanaban rasgos elementalmente que activaron los diálogos de sonrisa permanente. Otras voces sí, pero con el mismo timbre y tono; otra fisionomía sí, pero iguales características del caminado o el gesticulado. La memoria se activó y con ella el libro de los registros temporales… y compartieron tal cual aquella brisa que amenizó las prácticas pesqueras al borde de una lancha en las inmediaciones del mar.
44 años después
La primera generación de exalumnas y exalumnos del Centro de Estudios Tecnológicos del Mar (CETMar) sede Manzanillo, tuvieron un emotivo encuentro el pasado 6, 7 y 8 de septiembre del 2024. Aunque algunos colegas que no salieron del área del municipio de Manzanillo se sabían mutuamente, no había encuentro alguno. Terminaron su instrucción y cada quien a la suyo. En estas fecha se buscaron, acordaron y decidieron re-encontrarse.
Habrá que imaginar haber dejado de ver aquel rostro juvenil, radiante y de una tupida cabellera por otro que hoy carga más de 60 años de existir, muchas veces remando contra corriente otras, a quien le va mejor, navegando con el viento. Aunque se escribe fácil, 60 años no es un número sencillo a la hora de voltear hacia atrás viendo la propia vida.
El Primer Re-encuentro de Egresados de Primera Generación del CET del Mar Manzanillo 1980-1983, así denominaron a su conmemoración. Las carreras que se ofrecen en este bachillerato tecnológico son variadas, pero esta generación proviene de dos especialidades: Administración y Refrigeración.
En el convivio, los colegas presentes recordaron a las compañeras y compañeros ausentes de esa generación estudiantil. Hablaron de los múltiples sucesos que han acontecido desde la ausencia misma, como el fallecimiento del director fundador del CETMar Ing. Armando Ochoa Sánchez, a quien le ofrecieron deferencias como una figura ejemplo de conducta humanista y que además fue su padrino de generación.
En el primer día de convivencia en el Club Ecuestre El Colomo abundaron los abrazos, sonrisas y agasajos; los exestudiantes preparatorianos cantaron y degustaron la tradicional birria estilo Colima con sus inseparables frijolitos puercos y sus totopos de tortilla frita.
Al día siguiente visitaron juntos la sierra costeña manzanillense en una época donde el verde intenso del bosque es como un símbolo que nos regresa a que en la vida todo se renueva, todo reverdece y que además, crece.
Así como lo verde y su intensidad que lo caracteriza vuelve a las montañas de la costa, así de esa manera vuelve la memoria de un grupo de jóvenes cuatro décadas después que ha pesado en la piel y en la frondosa cabellera, pero no en el corazón lleno de fraternidad, amor y amistad perdurable por los siglos de los siglos.