“Lo que antes era un proyecto para “toda la vida” hoy se ha convertido en un atributo del momento. Una vez diseñado, el futuro ya no es “para siempre”, sino que necesita ser montado y desmontado continuamente” Z. Bauman.
Por Alfredo César Dachary
A finales del siglo XX ya había dos categorizaciones muy claras y aceptadas sobre tiempo y espacio de esta nueva etapa que se había comenzado a vivir. Max Augé y los no lugares, los espacios creados para encuentros ocio y consumo, los espacios que se repiten en el mundo quitándole identidad a las realidades sobre las que se alojan.
El otro concepto de lo líquido y lo sólido, epitafio que Zigmund Bauman le pone a la sociedad industrial de las primeras dos etapas, que en el cambio de realidad se han formado como algo coyuntural, no está construido para siempre, a todo se le puede adjudicar el nuevo criterio de la sociedad del consumo, “caducidad programada”.
Los lugares más emblemáticos, las plazas comerciales y los aeropuertos eran una síntesis de ambas categorías, se iban adecuando a la temporada, a la coyuntura e iban mudando de piel para ser siempre la novedad de sus usuarios, que en realidad se fijaban en sus cambios como una forma de entender los cambios que les tocaría enfrentar, una ilusión, hecha esperanza.
Así la vida entra en un torbellino de consumo en todos los tiempos y de autoconsumo en todos los espacios, hay que estar presente en las redes, hay que estar a la moda en la ropa, hay que estar al unísono con los cambios en todo lo posible, para no “quedar atrás”, ser tan obsoleto como lo que acababa de cambiar.
Esto se aplica a todo y así el hombre en su intento por controlar la naturaleza y su imposibilidad a causa de las limitaciones del tiempo, deriva en una expansión donde ésta es posible, en el espacio: viaje, colonización, expedición, turismo, aventuras de alto riesgo y mucho más.
En la otra dimensión más limitada que es el cuerpo debe recurrir a la expiración del mismo a través de cirugías, concepción artificial, clonación, remplazo de órganos por nuevas tecnologías y todo lo que le permita retrotraer el tiempo que ha pasado, “no envejecer”.
Y es que ocurre ante un tiempo que es finito para el hombre, pero el espacio aparece como infinito en la línea del horizonte, ya que se extiende en el espacio a través de hechos externos a su cuerpo, el dinero o los bienes, y estas extensiones se dan de diferente manera.
La colonización, un modelo que nace con la modernidad, aunque ocultada tras bambalinas por el significado racista y deshumanizado, coincide la extensión del tiempo en el espacio y en los bienes. El dominio de unos sobre muchos amplía el territorio de los imperios, luego el territorio de la neo-colonización con una cultura diferente y un idioma distinto impuesto por el colonizador.
El otro modelo de recolonización es el turismo donde el turista amplió su espacio de ocio con otras realidades ya soñadas o imaginadas y esta extensión es en el espacio y deja claros rastros en la memoria y los suvenires.
El turismo es un agente espectacular de reestructuración del mundo y de su percepción, porque el escenario turístico es el que mejor resume las contradicciones de las sociedades modernas, como la tensión entre lo local y lo global, la extinción de todo vestigio de naturaleza intacta, la pérdida del sentido histórico, hegemonía de la imagen en la articulación de lo social.
Eso debido a que el turismo, que se origina como actividad económica en el origen del capitalismo, logra la conquista total del tiempo de ocio por las relaciones de producción capitalista.
Es que históricamente se ha ido perdiendo el espíritu del viajero romántico, el cual hoy es el consumo de un paquete de ocio enlatado y un ícono de ello es Disneylandia, que es un ejemplo real de simulacro, es el texto de un país que no existe, un hiperreal instalado sobre un territorio borrado, un no lugar creado para turistas y sin población residente.
El ocio tiene un nuevo socio, el que no trabaja, una nueva calificación que va ganando espacio a medida que la robotización y deshumanización del trabajo va creciendo.
¿Por qué el turismo ha crecido tanto que hoy está en todos los países del planeta, y es quizás la actividad económica legal más importante a nivel comercial, junto al deporte que también es considerado como algo superficial o periférico en este sistema?
El turismo en el siglo XXI es lo que en el siglo XVII y XVIII fueron los remedios para curar la acedia medieval, melancolía o falta de certeza en el destino final, ya que entre 1690 y 1730 se despliega en Francia la Teología natural, que contempla el mundo de una manera positiva. Ésta deja de analizar al hombre y al universo en términos análogos y constituye a este último como el mundo exterior, como espectáculo.
Los físico-teólogos, nombre de la teología natural en Gran Bretaña, pregonan la observación empírica, cuyo objeto es inventariar la creación, ya que la sistematización revela el plan de la creación: entre la paciencia del coleccionista, la curiosidad del científico y la piedad del cristiano se establecen vínculos.
Así esta idea será una de las motivaciones del viaje turístico, al permitir que las élites sociales busquen la ocasión de experimentar una nueva relación con la naturaleza y así descubren un placer antes desconocido de disfrutar de un entorno convertido en espectáculo, una antigua angustia, que forma parte de la melancolía, el spleen y también de nuevas ansiedades.
Hoy en el siglo XXI, no está muy distinto a esa época, ya que el hombre huye del estrés de la gran ciudad en busca de ocio, en busca de un tiempo de felicidad que le dé ánimos para volver a enfrentar su realidad, la cual quisiera superar para ascender un escalón más en la escala social que le dé mayor cuota de consumo, visibilidad y esplendor.
Hoy estamos en nuevo concepto de tiempo que hemos construido en esta etapa de la sociedad, cada vez más rápido, o sea, cada vez más corto, todo cambia, todo se transforma, o como es la nueva ley de la sociedad de consumo, todo tiene una fecha de caducidad. El espacio se encoge, pero en cambio, el alcance de los bienes y relaciones en el espacio se agranda.
A lo largo de la historia hubo grandes invenciones que han marcado la reorganización de las actividades, las relaciones y los valores en el territorio.
En primer lugar, el motor de vapor, que trasladó la producción de la casa a las factorías y la implantación ferroviaria, que permitió el desarrollo de la producción en masa, el sistema fordista, y también de la expansión del mercado y el tráfico de las personas.
Luego viene la revolución de la electricidad, que hizo posible la cadena de montaje y amplió la comunicación vía el telégrafo primero y luego el teléfono, siguen las tecnologías de la información y de la comunicación, que permiten la introducción de las TIC´s y de Internet, que permiten almacenar, analizar y comunicar información instantáneamente, a cualquier parte a un coste irrelevante, pueden sugerir nuevas tendencias en el uso y en la función del espacio, que resulten en nuevos modelos territoriales de circulación de bienes materiales y no materiales.
La variable tiempo ha sido tradicionalmente incorporada a través de la historia, aunque la misma adquiere una formalización mucho más teórica en los modelos de planificación y en el análisis teorético de los años cincuenta del siglo XX.
Así fue el inicio para que las variables espacio-tiempo fueran consideradas como básicas en todos los modelos de planificación de cualquier tipo en geografía, mientras el proceso de innovación se convierte en la variable que estrecha o alarga el espacio, así como en aquella variable que acelera o ralentiza los sucesos en el espacio.
Los cambios en el espacio y el tiempo son fundamentales para entender las diferentes etapas o revoluciones desde la primera a la cuarta, pero más allá de éstos, hay variables que también hoy debemos considerar, como lo natural y lo artificial, ya que antes eran una distinción única para ver la obra del hombres y de la naturaleza, hoy esto se ha transformado y ahora está lo humano frente a lo artificial (Inteligencia artificial) una disyuntiva, que más allá del cambio de era, implica una transformación en profundidad o el cierre de un ciclo donde los humanos controlaban la transformación.
Por ello, la sociedad sin tiempo y el ocio sin edad es el regreso a una etapa donde el hombre es reducido a un segundo lugar por un nuevo sistema de control, una nueva verdad se tiende a imponer, pero éste es el camino lineal que toman los panegíricos del capitalismo, queda aún por ver si el hombre reacciona como especie y luego como sociedad ante la inminente sustitución como centro de esta realidad.
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Fuente: Blog de Alfredo César Dachary. Artículo original