Las revoluciones son hechos violentos y brutales, que es muy difícil poder evadir porque, en general, no se anuncian para las grandes masas y los que las ven venir, generalmente.
Por Alfredo Cesar Dachary
Las verdaderas revoluciones no son las que cambian los gobiernos, al contrario, son las que ratifican a éste de una manera muy violenta, aunque parezca que no lo es y los ejemplos más claros nos lo dan las cuatro grandes revoluciones que ha tenido el capitalismo a partir de sus tecnologías, pero que en realidad ocultan cada una de ellas una profunda transformación en la sociedad.
La primera, conocida como la revolución industrial primero, luego ampliada a su contracara tecnológica el transporte, oculta uno de los cambios más violentos en la Europa del este, la expulsión masiva de la población rural para ingresar a formar parte del ejercito industrial de las nacientes grandes fábricas.
La resistencia fue muy grande, incluso llegó a existir un movimiento de los “destructores de máquinas”, porque pensaban que esa era la forma en que los “esclavizaban” junto a éstas, a veces por más de quince horas y otras a morir ante ese “monstruo” que no podían comprender ni entender cuando cometían un error.
En la segunda revolución, quizás la menos violenta, ya que las partes en conflicto eran los trabajadores sindicalizados y las grandes patronales, fue la que derivó en el fordismo y también fue encabezada por una nueva tecnología, los motores eléctricos y a explosión de gasolina.
Allí las luchas sociales expresaron una gran esperanza en el futuro, empleo estable, salarios fijos, jubilación, derecho a las vacaciones, seguridad social, el derecho al sufragio femenino y otros adelantos democráticos, pero esto era algo aplicable solo en los países industrializados, no en el resto, o sea, la mayor parte del mundo, que estaba bajo el poder colonial directo o indirecto.
En la tercera revolución, ya domina el Internet, la web y, en general, nuevos medios de comunicación, producción y consumo; las luchas sociales pasan a segundo lugar en la medida en que la mayoría de los trabajadores son de cuello blanco, o sea, de oficina con sus grandes excepciones.
La revolución informática es, en el mediano plazo, más fuerte, violenta y trascendental que la primera revolución industrial y ocultaba un cambio radical en la sociedad y en la forma de vida, incluso en la forma de conocer, entender e integrarse a la misma.
Para ello habían pasado otras mini revoluciones en la sociedad occidental, desde el fin del Fordismo y con él una nueva relación del sujeto con el trabajo, “más libre” que es la forma de ser más inestable; se cambia la supuesta libertad con la inestabilidad, todos somos remplazables, primero por las jóvenes que cobran menos y luego por robots, que no cobran nada, aunque su costo sea inicialmente elevado.
La forma de conocer y estudiar cambia; del pensamiento lineal que inaugura la imprenta cinco siglos atrás al difuso que plantea la gran oferta inacabable de la web, de la profundidad a la superficialidad, ya que, en esta nueva sociedad, el pensar no es un elemento necesario, solo para consumir más. Así la propia universidad es una nueva escuela de oficios como en el siglo XIX, donde la mayoría acudía allí y una minoría en los centros de saber que formaba los intelectuales del cambio en la sociedad.
El tener competencias como metas, las cuales se orientan al profesional adecuado al nuevo mundo laboral y al nuevo reto empresarial que implica el ser un nuevo microempresario o “emprendedor”, para poder enfrentar un mundo con empleos cada vez más precarios y con menor oferta, termina reduciendo los ingresos al mínimo posible, una verdadera pauperización de grandes grupos sociales, especialmente en el Primer mundo.
Estos nuevos problemas sociales reflejan la transformación tecnológica de la estructura económica, operados bajo las lógicas más predatorias del proceso neoliberal, donde los avances tecnológicos brindan una oportunidad de acabar con los buenos trabajos del Estado del bienestar, para poder concentran grandes beneficios a un reducido número de grandes empresarios.
Este profundo cambio del régimen social expresa la visión que ha impuesto el capitalismo, que es la de arrastrar a cada vez más miembros de la ex clase obrera hacia la precarización total de sus condiciones de trabajo, que ha generado una profunda depresión social con graves consecuencias.
El emprendedor de hoy, que se adapta a los empleos del futuro, debe estar disponible todo el día para alcanzar un salario mínimo, siempre amenazado por su remplazo, como hoy se da en varias capitales europeas, la distribución de productos por medio de drones. Así, los gigantes tecnológicos emergen para administrar el presente de manera que la explotación capitalista se reproduzca de manera inteligente, dando lugar a una especie de austeridad eterna, que anticipa el fin del trabajo humano en la mayoría de los antiguos y modernos oficios.
En esta nueva fase de la Cuarta revolución industrial, la economía opera mediante infraestructuras digitales, como la nube, la cual dominan cuatro corporaciones estadounidenses y varias chinas, y que hoy se llaman oligopolios globales. Éstos están construidos y alimentados, como un nuevo gran recurso que son, de los datos de todos los miembros de la sociedad integrados a la economía bancarizada, lo que les permite conocerlos en sus gustos, ambiciones e imaginarios a la cual responden desde el gran comercio electrónico global.
Estos emergentes y nuevos gigantes tecnológicos han roto las relaciones entre ambos extremos del mercado, la producción y el consumo, extendiéndolas a los canales electrónicos que controlan para administrar las relaciones sociales, los comportamientos de la población e incluso para dominar el ecosistema de la identidad de los individuos conectados a sus plataformas.
Así se logra que un motor de búsqueda destruya la construcción autónoma de la identidad de un sujeto, entendida como un conjunto de datos monetizables, para convertir al otrora ciudadano en un mero consumidor cautivo y pasivo de los nuevos “amos del mundo digital”, la nueva realidad en la que nos toca vivir.
Facebook, esa ingeniosa creación de un joven, historia que atrae a millones de jóvenes como el ejemplo a seguir, trata de convertirse en el espacio principal donde las personas vendan y compren servicios, el mercado virtual para una sociedad virtual.
Así logra además de esas ganancias otras más amplias ya que recopila una inmensa cantidad de información personal, que le permite identificar nuevos segmentos de mercados en una sociedad cambiante.
Un ejemplo de esta nueva realidad y los costos que implica, se ha visto en España cuando la Unión Empresarial por la Promoción Turística de Madrid ha manifestado a través de un comunicado “su apoyo y solidaridad a las movilizaciones y reivindicaciones de la Federación Profesional del Taxi y del sector del taxi en general” que están protestando contra la posible expansión de compañías como Uber y Cabify.
Esto deriva, según sostienen las organizaciones empresariales turísticas de Madrid, que es necesario “acabar con la ‘uberización’ de la economía y del turismo”, algo muy concreto ya que éste es una verdadera actividad global, y además de Uber está AirB&B, la otra cara del proceso, que ha llevado a la trasformación y destrucción de barrios emblemáticos en esas ciudades históricas de Europa.
Lo podemos ver de manera práctica en el caso del taxi y en el desarrollo de los coches autoconducidos, esos con los que ya experimenta Uber en Pittsburgh y que desarrolla Waymo, compañía de Alphabet, o de una manera más teórica gracias a las lecciones de Fernand Braudel sobre cómo históricamente los imperios-mundo han eliminado la libertad y el poder de las ciudades, entendiéndolas como nichos de valorización y capitalización mediante expansiones financieras.
Mientras, la industria de los coches semiconducidos avanza notablemente y los chips o la nanotecnología necesaria para desarrollarlos se concentra en algunas de las grandes empresas de Estados Unidos o en China. Una transformación sistémica que además ha dado lugar a que robots y drones automaticen las fábricas de Amazon, o a que máquinas inteligentes destruyan el trabajo físico y el cognitivo por igual para continuar con la lógica de acumulación por desposesión.
Francesca Bría señala en un artículo para Le Monde Diplomatique : “Los gigantes tecnológicos obtienen ganancias enormes y cada vez más gente es empujada hacia el sector de servicios de la economía, con bajos salarios o trabajos temporarios en ventas, restaurantes y transporte, hotelería y cuidado de niños y ancianos”. En España, una zona marginal en la economía mundo, a la cual la crisis ha empujado al sector servicios, es donde las lógicas de la turistificación desatadas por la globalización neoliberal se harán cada vez más manifiestas, cuando la tecnología venga a salvar el neoliberalismo perpetuando relaciones laborales micro rentistas.
Así, las revoluciones profundas se hacen sin ruido, sin sangre aparente, aunque el costo de la sociedad incluye el desequilibrio económico y emocional colectivo, ante un futuro cada vez más oscuro, antes de llegar a la consolidación total de la Cuarta revolución industrial donde la robótica tendrá los mejores puestos laborales en el mundo industrializado.
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Fuente: Blog de Alfredo César Dachary. Artículo original