A partir de la llegada de Morena al gobierno de México, muchos políticos del PRI, PAN y PRD, engrosaron las filas de ese partido para ejercer el nepotismo, la impunidad, y la destrucción de las instituciones.
Por Javier Orozco Alvarado
Ex rector del Centro Universitario de la Costa Universidad de Guadalajara
En nuestro país cada partido que nos ha gobernado se ha caracterizado por imprimir su sello particular, tanto por sus aciertos como por sus desaciertos.
En el largo periodo que gobernó el PRI se reprimieron los movimientos estudiantiles, se crearon muchas instituciones y dominó la cultura de la corrupción. Con el arribo del PAN en el año 2000 inauguramos la alternancia, se reprimieron los movimientos globalifílicos y entramos en un periodo de doce años de atonía y continuismo institucional con Peña Nieto.
A partir de la llegada de Morena al gobierno de México, muchos políticos del PRI, PAN y PRD, que habían lucrado por décadas bajo el sello del autoritarismo y la corrupción, engrosaron las filas de ese partido para ejercer el nepotismo, la impunidad, la destrucción de las instituciones de salud, educación y transparencia. Creció el crimen organizado con los abrazos e inició el desmantelamiento de los organismos autónomos y democráticos.
Al igual que sus antecesores, Morena goza actualmente de una hegemonía que le da el control de los congresos, de la mayoría de los estados, los municipios y el presupuesto para coartar y comprar voluntades; pues independientemente de lo bueno que son los programas sociales, todos los partidos políticos los han empleado de manera clientelar.
En los gobiernos que hemos tenido, tanto sus estrategias de campaña como sus discursos mediáticos, les han permitido tener cierto consenso y credibilidad temporal hasta que entran en contradicción.
Sin ir tan lejos, el mítico discurso de “no puede haber gobierno rico con pueblo pobre” se derrumba con los vuelos en primera clase de Gerardo Fernández Noroña, las suntuosas vacaciones veraniegas de Andy López en Japón, Mario Delgado en Portugal, Ricardo Monreal en España, Layda Sansores en Países Bajos y los diputados federales Sergio Gutiérrez y su esposa Diana Karina (Dato protegido) en China; ataviados con múltiples joyas y ropa de lujo.
El discurso de “cero impunidad” de Amlo entra en contradicción con el respaldo de “no estás sólo”, que recibió Cuauhtémoc Blanco en la Cámara de Diputados, ante la denuncia de acoso y violación de su familiar. Igual que corearon recientemente en el Congreso Nacional de Morena para respaldar a Adán Augusto López, Jefe del jefe de La Barredora, Hernán Bermudes Requena.
Entre otras contradicciones de la 4T podemos destacar el “en Morena no hay nepotismo”, mientras que heredan candidaturas e incorporan sus familiares en cargos públicos, como Andy López, secretario de Organización del partido, Lenia Batres, ministra de la SCJN, hermana de Martín Batres; los familiares Arturo Alcalde, Bertha María Alcalde, Bertha Luján y otros cuatro más relacionados con la presidenta nacional de Morena, Luisa Maria Alcalde Luján. Y la interminable lista de la familia Monreal (diputados, senadores, funcionarios, alcaldes, gobernadores).
El también, “se acabó la corrupción”, se contradice con el tráfico de combustibles, el ingreso de precursores chinos para el fentanilo, el tráfico de ganado por Centro América, el robo a SEGALMEX y el lavado de dinero por Alfonso Romo, ex consejero del presidente López Obrador.
Con la recomendación de su presidenta a los militantes de Morena a «no exhibir sus lujos» y el reconocimiento de Manuel Barlet como un “patriota”, por Noroña en la Cámara de Senadores, se echan por los suelos el mito de “no mentir, no robar y no traicionar”.