Por Javier Orozco Alvarado, Ex rector de la Universidad de Guadalajara en Puerto Vallarta
Muchos de mi generación, de la misma generación que el presidente Andrés Manuel, luchamos en nuestra época estudiantil en las universidades públicas desde los movimientos de izquierda, porque aspirábamos a tener un país con instituciones democráticas; luchábamos por un México con soberanía frente a Estados Unidos, por un Estado de derecho, por la equidad y por la justicia social.
A lo largo de casi cuatro décadas todos mis cursos en la Universidad, mis escritos y mis investigaciones siempre tuvieron un enfoque crítico, progresista, nacionalista y anti neoliberal. Quienes nos considerábamos de izquierda, nos inclinábamos porque llegaran al gobierno gente como Cuahutémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y, posteriormente, gente como Andrés Manuel, porque creíamos que con ellos llegaría un cambio de régimen económico y político.
Morena, la izquierda en el poder
Hoy, seguramente, mucha gente dirá que vamos por el camino correcto; sobre todo ahora que gobierna Morena y que, finalmente, llegó alguien de izquierda para democratizar las decisiones económicas y políticas.
Aunque en principio se planteó que la política anti neoliberal de la Cuarta Transformación tenía como finalidad recuperar las empresas de la nación, que estaban bajo control de monopolios privados; lo que ahora no cuadra es que hayan pasado de manos de particulares a ser administradas por las fuerzas armadas, como sucede con el ferrocarril, los aeropuertos, los puertos, la aviación, la ciencia y la tecnología, etc., al más puro estilo pinochetista y castrista. Que se antoja más como un cambio de régimen económico y político militarista, de derechas, que a uno de corte nacionalista, democrático o soberanista.
Por eso es necesario, igualmente, cuestionar la reciente condecoración del general Cienfuegos por el presidente Andrés Manuel, en reconocimiento a su trayectoria militar, tan criticada por la DEA y cuestionada por los padres de los 43 desaparecidos de Ayotzinapan.
Tampoco deja de sorprender la exoneración de AMLO al ex presidente Enrique Peña Nieto y la posible candidatura de Omar García Harfuch para gobernar la CDMX, a pesar de su pasado cercano con Genaro García Luna y con los desaparecidos de la noche de Iguala.
Por el bien del Movimiento es necesario poner atención en los reclamos de la oposición y la sociedad civil sobre los intentos del gobierno por controlar el INE, la SCJN y el INAI; al igual que lo hicieron los gobiernos autoritarios del pasado. Pues tan es necesario democratizar las instituciones del Estado, como la toma de decisiones al interior del partido de Estado.
Solapar las malas prácticas del partido socaba la credibilidad de sus dirigencias. Por eso, tampoco deja de sorprender que Gerardo Fernández Noroña, quien se ufanaba de ser el más democrático, honesto y de ultra izquierda; haya reconocido que en la elección de la Coordinadora de la Defensa de la Transformación no hubo piso parejo, que hubo irregularidades, pero que, en aras de la unidad, ese proceso puede ser perfectible (sic). Y todo por asegurar un espacio en el gobierno, haciendo a un lado la autocrítica; que mucho bien le haría a Morena y su movimiento para llegar a la sucesión con mayor credibilidad.