En los lujosos pasillos del palacio real español llamado “La Zarzuela”, donde habita el rey de España, se escucharon gritos de dolor entre sollozos y lamentos tales como la famosa Llorona mexicana que se duele por sus hijos.
A diferencia de “La Llorona” mexicana, el famoso rey español llora de coraje y de ira porque la “sangre azul”, esa calificación clasista, acaba de ser menospreciada nada menos que por la primera gobernante de la ex-colonia más importante de aquel reino que invadió al país en 1519.
Este detalle de haber sido una mujer mexicana quien haya des-preciado el carácter de “Rey”, se convierte en todo un símbolo que no sólo rompe cadenas sino que vuelve a la memoria la legendaria Malinche, aquella mujer que cuentan que ayudó a los españoles a perpetrar la invasión, exterminar a pueblos enteros, saquear el territorio y luego quedarse con él.
De ahí el término “malinchista” que describe a los que se ponen del lado de los extranjeros. Término muy usado en nuestra convivencia diaria desde aquel suceso.
El rey Felipe IV no fue invitado a la fiesta de asunción de Claudia Sheinbaum Pardo como primera presidenta de México. Desde aquella triste Nueva España hasta el México del presente Siglo XXI, una mujer asumirá el control del poder político del país y ¡Sheinbaum Pardo no invitó al rey de España!
Esto causó el estallido en cólera de Felipe VI, el rey. La “sangre azul” hirvió y emergieron en el cuello los gruesos canales de las venas en ebullición… y explotó. Y paradójicamente, también explotó la tradicional sumisión y reverencia a la farsa clasista.
Lo anterior no es nada menor. La reverencia e inclinación a la «realeza» cunde por todos los rincones del mundo donde prevalece la idea de las clases entre los humanos que viene de muy lejos en la historia, donde se estableció como norma social que Dios concedía los privilegios de clase de manera vertical a la misma iglesia, por ello se llama al papa SS (Su Santidad); luego a las personas que administraban el poder desde los llamados “reinos”, por ello al rey se le antepone las iniciales SM (Su Majestad); y al final, el resto de la gente. Y aunque dentro del resto de la población también existe una división de clases sociales, al final todos son súbditos del “SM”.
Esta farsa es la que está expuesta con el desdén de Claudia Sheinbaum al irritado rey español.
Este tipo de actos son ejemplo. Despiertan células dormidas y detonan memorias escondidas que reaccionan y regresan la lucha de clases que no ha parado desde hace miles de años.
Si Sheinbaum era medianamente conocida, con este acto de desprecio a la vetusta clase nobiliaria española, la pondrá en boca del mundo entero.
Aquí en México ha causado un gran revuelo en todas partes. Y aunque hay una buena cantidad de mexicanos que rechazan la no invitación, una mayor cantidad aprueba el hecho de no invitar al tal Felipe VI, personaje que ha tenido actos de una soberbia exacerbada como al no haber respetado la tradición latinoamericana de venerar a sus héroes, como el suceso de una total falta de respeto a Colombia cuando el tema de la Espada de Bolivar
Sheinbaum argumenta que no invitó al alicaido «noble» español porque se burló del presidente Andrés Manuel López Obrador al operar una campaña mediática de denostación como consecuencia de la propuesta del mandatario mexicano para que la corona española ofreciera disculpas a los pueblos originarios mexicanos por la masacre que fue lo que ellos llaman “conquista”.
El argumento que haya sido el detonante para tomar la decisión de degradar la figura “real” no es relevante para el enorme acto simbólico que representa la no invitación del personaje poderoso.
El acto no es otra cosa que la rebelión de los plebeyos y el surgimiento de una antítesis del malinchismo tan arraigado en nuestro país.