No es con estereotipos, acarreos o réplicas inexactas del presidente que saldrá el país adelante. Se necesita alguien con ideas propias y con la capacidad para hacer frente a los retos nacionales.
Por Javier Orozco Alvarado, Investigador del Conahcyt.
Políticamente la gente en México se deja llevar por estereotipos, o sea, por representaciones visuales, imágenes, ideas, personajes ficticios o por sus propias fantasías. Aunque nadie duda que el pueblo es sabio, muchas veces también se equivoca.
Cuando el pueblo votó por el PAN en el 2000, la gente veía en Vicente Fox el charro justiciero que por tantos años habían visto en las películas de Pedro Infante o Jorge Negrete; pero los gobiernos panistas resultaron a la larga un verdadero fiasco.
Años más tarde, cuando la gente votó por el PRI en 2012 veían en la pareja Televisa, Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera, la posibilidad de vivir un México de película, o por lo menos de telenovela, y volvieron a equivocarse.
Hoy la gente mantiene una imagen estereotipada sobre las “corcholatas” pensando que unos son más de izquierda que los otros. Que quien hable, use las mismas frases, el mismo discurso, se parezcan o provenga del mismo origen, serán iguales que el presidente.
No por ello, Claudia Sheinbaum y Adán Augusto enfatizan ser de izquierda y han hecho todo por mimetizarse para ser o parecer la réplica mal hecha o inexacta del presidente.
Quienes razonan, entienden o analizan las cualidades del presidente, saben que Amlo es único e irrepetible. Que ninguno de sus posibles sucesores o cualquiera de los líderes de la oposición tendrá la capacidad, el carácter, la inteligencia, la autoridad, el temple o el liderazgo del presidente.
La gente no entiende que en nuestros tiempos la izquierda es sólo un mito, un discurso construido para seducir a la gente o diferenciarse de los otros. Por eso seguimos creyendo que los gobiernos de izquierda nos conducirán al socialismo o el comunismo, como lo fueron en su tiempo, países como China o Rusia, que ahora son simples economías mixtas; parte del mercado y parte del Estado.
La realidad es que México atraviesa por una transición económica, social y política difícil; que, objetiva y desapasionadamente, requiere de un presidente y un gobierno capaz de afrontar los embates de una cada vez más colérica oposición interna y la hostilidad cada vez más recurrente de nuestros vecinos del norte.
Por eso México necesita un presidente con un perfil como el de Marcelo Ebrard, quien tiene la experiencia en la gestión y manejo de los asuntos internacionales; pero también el conocimiento para el diseño de políticas públicas, de seguridad interior, de manejo de recursos públicos y políticas ambientales.
No basta con simular ser algún tipo de izquierda, sino tener la capacidad de impulsar el desarrollo, al margen de las imágenes estereotipadas; se requiere de un perfil como el de el ex canciller para construir un gobierno soberanista, menos globalista y más nacionalista, para continuar el desarrollo que ha emprendido el presidente Andrés Manuel, para integrarnos al mundo multipolar del que México ahora forma parte.
No es con estereotipos, acarreos o réplicas inexactas del presidente que saldrá el país adelante. Por eso necesitamos alguien con ideas propias y con la capacidad para hacer frente a los retos nacionales y los problemas que está generando en México el nuevo orden mundial.