El PRI, PAN y PRD hicieron público su rechazo a cualquier iniciativa legislativa que presente al Congreso de la Unión el presidente AMLO.
Por Javier Orozco Alvarado, Investigador de El Colegio de Jalisco, A.C.
Recientemente los tres partidos encabezados por el empresario Claudio X González; PRI, PAN y PRD, hicieron público su rechazo a cualquier iniciativa legislativa que presente al Congreso de la Unión el presidente Andrés Manuel, en su propósito de seguir avanzando en la transformación del país; en la transformación de un régimen económico y político que en el pasado se caracterizó por la corrupción, el fraude electoral, la concentración de la riqueza y los privilegios de una cortesana élite intelectual.
A esta decisión le llamaron “moratoria legislativa o moratoria constitucional”, que no es otra cosa que poner una pausa en el trabajo legislativo al que están obligados a desempeñar los representantes de los diversos partidos; pues les guste o no, para ello fueron electos y por lo cual, aun sin hacer gran cosa, reciben jugosos salarios con cargo al erario público.
Ante la falta de capacidad, ingenio o autonomía política, las dirigencias de estos partidos decidieron unilateralmente, al margen de la militancia o de quienes votaron por ellos, hacer una especie de huelga, en lugar de hacer una propuesta distinta o presentar un proyecto alternativo de nación para atraer electoralmente a quienes por más de ochenta años confiaron en ellos, sin haber logrado grandes beneficios.
Falta de alguna propuesta legislativa
Un reflejo de la falta de talento político, liderazgo y legitimidad ante sus propios partidos, es la fuerte dependencia de las recomendaciones u orientaciones ideológicas que reciben de las élites intelectuales más retrógradas del país y de su patrón Claudio X González, quienes ante la pérdida de sus privilegios económicos y políticos, están dispuesto a llevar al país al borde del precipicio y socavar el régimen de partidos en México; llevándolos, inclusive, a su propia autodestrucción.
La falta de credibilidad, de confianza o de alguna propuesta legislativa en favor del pueblo de México les ha traído como consecuencia la pérdida progresiva de presencia y aceptación en toda la república. Y es que en las elecciones de 2018, Morena ganó 5 de 9 gubernaturas; en 2021 ganó otros 11 de 15 estados que renovaron gubernaturas y en 2022 ganó 4 de 6; lo que en suma, con sus aliados de Juntos Haremos Historia del PT y el Partido Verde, le permite a Morena actualmente gobernar en 22 de 32 estados.
La debacle de estos tres partidos de la oposición es comprensible si tomamos en cuenta que sus dirigencias siguen tomando acuerdos cupulares al margen de su militancia. Una militancia que es consecuente con los principios ideológicos de sus partidos y que los diferencia del pragmatismo oportunista de sus dirigencias. Aunque ellos son capaces de mezclar el agua con el aceite y el estiércol, la militancia no perdona la sumisión de un partido nacionalista como el PRI a los intereses de un partido como el PAN, que en el pasado fue el gran opositor a las reformas agraria y petrolera del cardenismo. Al igual que se opusieron a las reformas eléctrica y a la ley electoral que impulsó el presidente Adolfo López Mateos.
Los partidos unidos
De igual forma, no se explica como ahora pueden dos partidos, como el PAN y el PRD, estar unidos con un partido como el PRI, quien por más de ochenta años conservó el poder con base en el fraude electoral, la corrupción y un autoritarismo que cobró la vida de destacados dirigentes políticos.
Tampoco se entiende cómo puede estar al frente de un partido como el PRI un personaje como Alejandro Moreno Cárdenas (Alito), tan desprestigiado por sus escándalos políticos, su fanfarronería y su incapacidad para ganar elecciones; a pesar de que los jerarcas del viejo y los del “nuevo” PRI de Enrique Peña Nieto, recientemente le pidieron renunciar.
Que decir, de un Marko Cortés, dirigente del PAN, sin liderazgo ni carisma y sometido a los mandatos y caprichos del magnate Claudio X, quien se encuentra obsesionado de poder y enganchado inútilmente a una izquierda decadente y moribunda como el triste PRD.
Pero no entienden que no entienden; que los tiempos son distintos. Que sería más legítimo y más auténtico mantener su independencia política e ideológica para conservar su escasa militancia y reemprender nuevamente el vuelo antes de verse condenados a mayor degradación y al riesgo de su propia extinción; pues su nueva prueba de fuego serán, sin lugar a dudas, las próximas elecciones de gobernador en 2023 y la presidencial del 2024.
Martes 21 de junio de 2022